sábado, 29 de junio de 2013

Dos paraguayos, una china y una tumba. Una historia que tal vez haya ocurrido

Los dos paraguayos se habían enterado del asunto por casualidad. Cosa rara, ya que eran torpes y algo lentos para entender  hasta las cosas mas sencillas, pero a cambio de eso poseían un espíritu de progreso que era único. Y no importaba como se llegaría a eso, no parecía importante de definir qué era progreso y cómo lograrlo, esas cosas no se cuestionaban frente a nadie y menos con un cartón de vino robado de la góndola del chino. Esa falta de reflexiones los habían llevado a varios errores nunca terminados de  pagar ni con algunos días en las cochambrosas cárceles de la comisaría cercana, o en alguna golpiza en las calles de barro, en manos de policías mas expeditivos para los cuales la justicia era una perdida de tiempo. Como un chirlo, así lo sentían los paraguayos a los bastonazos y golpes  que los canas le propinaban cada 2 o 3 meses, luego de ser  sorprendidos en alguna cosa rara.
Se habían enterado de pura suerte. Y esa idea les arrebataba la cabeza cada día mas. Los cartones de vino se sucedían acompañando planes y mas planes, pero no se animaban…les faltaba un ajuste, un poquito de coraje a la decisión que querían tomar. Una cosa era robarles las cajas de Talacasto, pero lo que intentaban hacer era impensable y jamás lo habían imaginado.
El barrio los conocía, los veía pasar abrazados, cantando Galopera a los gritos y prometiendo dinero a toda chica que se les cruzara a cambio de un pete.
-Dale...Le gritaba a la Isabel, un petisito y te doy 50 mangos…
Y así andaban hasta que un marido enojado o novio ofendido o directamente porque si, alguien los cagaba a trompadas. Eran flacos y desnutridos, eran fáciles para cualquier pelea.
Pero eran duros y parecía que los golpes no hacían mella, no temían, no se asustaban de nada, tal vez el vino, tal vez la inconsciencia. Ver su sangre no los preocupaba, a veces ni la notaban.
Una noche frente a la vía, tirando las cajas de vino para que el carguero las despedazara en medio de una explosión de aire contenido, se hicieron de nuevo aquella pregunta… ¿Y si  nos animamos?
Abel estaba decidido,  el otro no.  Ni loco entro de noche a ese lugar, insistía.  Después te persiguen para siempre.
Abel se reía de lo que consideraba una pelotudez, no creía en supersticiones a pesar de ser criado en una casa donde se temía al Luisón, pero él nunca le había dado importancia al asunto. Los hombres lobos no existen, y con esa certeza había molido a golpes a varios perros negros del barrio…
¿Sos el luisón...?  ¡A ver veni!,  les gritaba a los animales. Y acto seguido les partía el lomo con una vara de quebracho. Después se tomaba un vinito y se reía. Y al rato de eso, los dueños de los perros apaleados lo corrían por cuadras para fajarlo. Y siempre lo alcanzaban.
Era valiente el Abel, el otro era un cobarde.
Hacía varios días que no iban al chino. Planeaban el asunto lejos del lugar donde había salido la idea. Un súper chino en este barrio no era raro, empezaban a proliferar debido a que muchos de los vecinos cobraban planes y eso  los volvía  tentador para algunos comercios que se fueron afincando.
Una casa de empanadas, por ejemplo… ¿cuándo ibas a ver una casa de empanadas ahí?.¿Y un Laverrap? Bueno, aunque era poco creíble, había un Laverrap. Pero el Súper chino era la atracción, tenia botellas de fernet muy a la mano, y no tenia cámaras. A los paraguayos no les gustaba el fernet, solo el vino en caja. Y eso se robaban, ellos creían haber sido descubiertos varias veces pero nadie les había dicho nada, eso los envalentonaba, creían que la situación estaba dominada.
Un día al entrar al Súper chino los vieron a todos llorar. Chinos jóvenes, chinitos y chinitas, chinos viejos, toda la chinada llorando, todos menos una. La china mayor.
El chino marido se agarraba la cabeza con las manos. Decía cosas en un idioma imposible y los paraguayos, espectadores de todo eso se olvidaron de robarse los vinos atentos a la escena. No les costó mucho entender que  la china mayor había muerto fulminada por un ataque cardiaco…
-Es esa comida de mierda que comen le dijo Abel al otro… ¿no viste el olor que dejan...? Bueno, eso te debe freír el corazón
El velorio de la china mayor fue breve. Y los paraguayos luego de faltarles el respeto durante meses robándoles vino, esta vez fueron respetuosos y  presentaron sus condolencias. Quietitos estaban en ese velatorio aburrido hasta que de pronto escucharon algo. Una vecina gorda le decía a una vecina flaca…
-Viste las joyas de la china esta… ¿qué harán con ellas…?
-Son las que trajeron de allá, decía la flaca, me dijeron que el chino las va a mandar en el cajón, no quiere nada que le haga recordar a la finada…
-¿Y porque no las vende? decía la vecina gorda…
-No…sostenía la flaca…la religión se los prohíbe, afirmaba sin saber un pomo de la cosa.
Los paraguayos quedaron helados… ¿las joyas iban en el cajón?
Fue la china mayor a su descanso final en la tierra, los días de a poco fueron tomando normalidad, volvieron a robar algunas cosas del Súper pero ahora también le daban al salame picado fino.  Juntaron algunos pesos haciendo changas que dejaron a la mitad. Seguían gritándoles a las chicas del barrio “queremos petes” y seguían cobrando por parte de novios, maridos y padres o tutores. Los canas seguían buscándolos para meterlos adentro dos días y así hacer una mejor estadística y todo era tan rutinario como siempre
Y un día, frente a las vías, lo decidieron.
-Está enterrada con las joyas, es un laburito fácil, hay que cavar, nada mas…
-¿Nada mas?... ¿y si nos agarran las almas?.Que te caguen a palos es una cosa, pero que te engualichen, te roben el alma y que se quede ahí es muy diferente, ni en pedo voy.
Abel lo miraba y se reía.
-Voy a ir, vos también y no se habla mas.
Y no se habló más. Robaron una  pala del galpón del vasco y una noche algo nublada se fueron al cementerio. Saltaron una pared a medio caer y trataron de recordar el lugar. Era fácil, la lapida estaba en chino y ellos habían ido al entierro. Sabían como llegar.
Unos minutos después ,un par de esquives de algún murciélago y dos cajas de vino, llegaron.
Se pelearon para no cavar…Ninguno quería darle a la pala. Abel empezó decidido, mientras el otro miraba a todos lados como esperando algo, pero nada pasaba. Solo el tiempo, algún gato y ningún alma perdida.
De pronto el otro, que había agarrado la pala después de recibir amablemente dos sopapos, dio con algo duro. Había llegado a la tapa del ataúd. Eso le dio mas ganas, cavó con mas energía, olvidándose sus miedos y recordando la flor dorada y roja que la china mayor solía llevar en la solapa algunos días. Cavaba enérgicamente pensando…esa flor era de oro… ¿qué mas habrá….?
Juntos sacaron el ataúd, lo rompieron a palazos, saltaron la tapa y ahí la vieron, las manitos cruzadas, el olor a cebolla y a podrido, el prendedor en la solapa del trajecito y un manojo de joyas a los costados del cajón…Parecía ser mas de un kilo. ¿Cuánto valdría todo eso?
En una bolsa de arpillera, cargaron todo, abandonaron la pala, el cajón medio tambaleante en una montaña de tierra y corrieron hacia la vía, hacia el día que parecía no llegar mas.
Un repentino terror  los empujaba.
Llegaron al paredón medio caído y creyeron ver a alguien, si era el cuidador entre los dos lo derribarían, pero no, no era el cuidador.
Frente a la pared, con las manitos juntas y ya sin su prendedor, la china mayor los esperaba.
En perfecto castellano les dijo.
-Devuélvanme las joyas…..
Se pusieron blancos, se mearon,  gritaron  inútilmente, se abrazaron un segundo y casi se infartan, con los ojos hinchados aun así siguieron corriendo en otra dirección, ciegos de terror saltaron la reja y se perdieron en la noche.
En la media luz del rancho de chapas, los amigos se recuperaban. La bombita de 40 w hacia mas aterradora la experiencia del recuerdo, se contaban repetidamente lo que ambos habían visto, necesitaban confirmar del otro la imagen que los había asustado, las palabra que habían oído, el olor que los había asqueado…Y confirmaron todo.  Esa noche apenas durmieron.
Al otro día la tarea era conseguir quien reviente las joyas, apenas conocían algunos lugares cerca de la estación donde podrían darles algo, pero sabían que serian engañados, nada sabían de joyas. Pero no importaba, lo que le dieran estaría bien y así salir de esa villa horrible o al menos tener alguna guita para una mujer y un vino…Pero no sería fácil.
Al caer la tarde se encaminaron a la estación, hicieron dos cuadras y debajo de un árbol, alguien parecía esperarlos. Un olor  los alerto, reconocían ese olor….
De pronto, saliendo de atrás del tronco escucharon de nuevo esa voz…
-Quiero mis joyas….
¡La china mayor!, de nuevo, pero mas podrida, mas olorosa, con sus manos hacia ellos y gritándoles… ¡mis joyas!
Corrieron, pero fue inútil, en cada vuelta estaba ella, la noche veía a dos paraguayos  desesperados huir entre las sombras, metiendo las patas en el barro, cayéndose y al levantarse volver a ver el rostro de la China mayor con las manos extendidas. El corazón parecía no resistir, perdieron la borrachera que tenían en cada susto, en cada imagen de ella. Lloraban y corrían, gritaban pero nadie parecía escucharlos, ni siquiera atinaron a revolear las joyas, cada metro era inútil, en cada esquina se oía…quiero mis joyas…Y ese olor...

Cada vez mas podrida, mas aterrador,  la china mayor tomaba venganza…así  de a poquito los fue guiando hacia un único lugar…Ellos se metieron solos, a los gritos, pálidos, arrojando las joyas sobre el mostrador de la comisaria , declarando nerviosos todo lo que habían hecho frente a un cabo que los conocía. Señalaban a la calle, estiraban sus brazos….pero el cabo, ni el sargento que llegó, veían algo. Solo ellos podían ver a la china mayor, o lo que quedaba de ella, despedazada,  convertida en una carroña y con un solo musculo de la cara aun intacto y firme para dibujar una helada sonrisa.

viernes, 28 de junio de 2013

Un Cuento de Martina Ferhmann. (16 años.)


Julio Andrada tomaba por la avenida Amancio Alcorta cada mañana, salvo los jueves. Cada vez que cruzaba por la venida pensaba lo mismo: ¿Por qué Mabel lo había abandonado? El farol de la esquina pintaba el recuerdo del día en que se dieron su primer beso y él, tímidamente, se animaba a deslizarle la mano por debajo de la remera. Con tan sólo dieciséis años tenía su primera sensación de amor.
Pero ahora la realidad era distinta. Un fracasado de la vida en todos los aspectos, desde su trabajo de negro en una fábrica de ropa interior femenina hasta la pensión solitaria en la que vivía por que su mujer lo había dejado.

-      Que hija de puta que es Mabel, dí todo por ella.
-      Ya está Julio, una mina más, una mina menos. No te hagas mala sangre-intentaba consolarlo Hernán, su mejor amigo.
-      Ella no era una más. Desde los dieciséis que estábamos juntos, y me dejó de un día para el otro.
-      ¿Por qué no te conseguís una loca?-le dijo con un tono lujurioso-Mirá que yo conozco una, me contaron que es buena.

Julio quedó desconcertado en el intento de bar rústico en el que se encontraban. Parecía como si su dueño nunca hubiese invertido un mango ahí, total los borrachos no prestan atención en donde están, mientras que tengan que tomar, estaban conformes.

-      Che -Hernán lo golpea en el brazo.
-      ¿Qué?
-      Tenélo en cuenta.
-      ¿Vos escuchás lo que estás diciendo? No estoy para eso, dejáte de joder.

Y decepcionado por los consejos de su amigo tomó rumbo hacia su casa.
Definitivamente Pompeya era un lindo barrio. Casas bajas, muy cada tanto un edificio, los clásicos tangueros en las veredas. Sí, era lindo. Aunque para Andrada ya no era tan así. Había perdido su esencia.

Llegó a su casa en Monasterio 69, caminó a lo largo del pasillo que lo separaba de la calle hasta su puerta despintada. No tenía que hacer, ya no tenía cable y apenas unas señales borrosas de la televisión por aire. La casa estaba iluminada por una sola bombita de 40 watts, lo que la hacía más deprimente. En la heladera apenas había un tomate que comenzaba a pudrirse... Sin nada por hacer, lo único entretenido que quedaba era pensar, pero estaba cansado de hacerlo.
Las propuestas de Hernán le daban vueltas en la cabeza. En el fondo tenía razón ¿Para qué seguir despechado por alguien que no valía la pena? Y cansado de masturbarse en la soledad se dio cuenta que necesitaba algo más.

Salió decidido. Bueno, no realmente. Perecía decidido pero por dentro los nervios le carcomían los órganos. Caminaba intentando que no descubrieran hacia donde se dirigía. Un par de cuadras por Cachi, dos por Colmos y finalmente Falucho, la calle de su próxima parada. Era una calle cortada y era evidente que los que andaban por ahí iban o venían del cabarulo del fondo.
-      Si seré mas boludo yo, ¿para qué vine?, pensó. La respuesta sólo él la sabía.

Pero ahí estaba. Parado frente de una puerta roja que decía “Bacarat “, el Puti-Club más conocido de Pompeya. Cobró coraje y golpeó la puerta. Una gordita de estatura mediana con ropa provocadora, con un escote hasta el ombligo, que no iba a llegar a ser otra cosa en un lugar así, le abrió la puerta.
-      Hola Papito.- le dijo tomándolo de la cintura y le mostrándole el camino hacia el mostrador. –Ay te noto tenso bombón.
-      No, para nada…
-      ¿Qué estas buscando, papi…?
-      Quiero una mujer- quiso sonar decidió pero era obvio porque estaba ahí.
-      Se nota que es tu primera vez- le dijo ella al oído dejando escapar una sonrisa- Lo que estás necesitando nosotras lo tenemos.
Julio tomando valor le dijo:
-      Busco a Daiana- Al fin sonó seguro.
-      Ahora está ocupada, tomá asiento y en breve es toda tuya.
Julio se acomodó en un sillón. Amagó a agarrar una revista pero todas decían algo sobre el sexo o posiciones del Kamasutra y eran demasiados los nervios como para ponerse a estudiarlas.
La puerta número cuatro se abrió de pronto, de ella salió un pendejo de unos veintitrés años aproximadamente y con él una voz dulce desde adentro que decía:
-      Es tu turno Julito.
Dudando si entrar o salir corriendo optó por entrar. Daiana era una linda chica, con buen cuerpo y una mirada encantadora. Apenas acababa de ingresar, ella estaba casi desnuda, con un conjunto que reconocía perfectamente, de los que hacían en su fábrica, uno de sus favoritos.
-      Relajáte. Soy Daiana.- Seguía con la misma voz dulce y pegajosa.
-      Sí, lo sé.
El ambiente comenzaba a tornarse cálido. Un par de caricias, besos, mano va, mano viene. Su piel era suave. A Julio le parecía estar reviviendo viejas sensaciones.
Después de 45 minutos que parecieron un suspiro, ella fue terminante.
-      Bueno, nene, terminó tu turno-el sonido seco de sus palabras lo derrumbaron pero lo que siguió fue peor…
-      Son ciento ochenta.
-      Está bien - le dijo tartamudeando – Yo te pago pero veníte conmigo, te juro que te voy a hacer feliz, te voy a llenar como ningún otro hombre y hacerte sentir las mejores cosas.
-      ¿Estás loco?
-       Te estoy hablando enserio, ¡escapáte conmigo! - Julio le suplicaba casi apasionadamente, extasiado, casi llorando.
-      ¿Vos te pensás que sos el único hombre en mi vida, pelotudo?
Julio no lo podía creer, hace unos minutos sentía que ella era todo lo que necesitaba para continuar su vida y de repente le nacía una sensación de odio.
-      ¡Sos una puta barata! – y con fuerza empezó a estrujarla contra la pared, sus anteriores caricias, ahora eran golpes.
-      ¡Dejáme imbécil! ¡Pará!- gritaba desesperadamente.
-      Mirá lo que me haces, me rebajo a preguntarte y no querés ¿te das cuenta?
Sus manos se fueron a su cuello y con ira comenzó a apretar…
-      Me la vas a pagar.
-   ¡Pará por favor, no puedo respirar!
Pero él apretaba cada vez más fuerte.
-      ¡Julio!
-   Te va a salir caro.

Liberó todo su enojo hasta matarla. La sostuvo un instante en sus brazos y la dejó caer al suelo. Abrió la puerta de la habitación y la voz de la gordita que le preguntaba cómo la había pasado. La música fuerte había tapado los gritos.
La miró, abrió la otra puerta y se fue.
Caminó desesperado dando pasos gigantescos por la cortada, dobló en la esquina y se echó a correr. Fueron las cuadras mas largas que había hecho en su vida. No le importaban los autos ni los semáforos, sólo quería llegar a su casa. Entró y se abalanzó anonadado sobre la cama. El corazón le latía a diez mil revoluciones, en cualquier momento se le desprendía del cuerpo.
No podía creer en lo que se había transformado.
Desde el silencio se escuchaba la sirena, era la policía, venían por él. Era el fin. Había querido complacerse con una cualquiera que lo cautivó pero ahora estaba muerta. Julio Andrada había matado a Daiana.

Cerró los ojos y sintió la piel de Daiana, el cuerpo de la chica entregado en sus manos. Andrada acariciaba el cuerpo de Daiana una vez más. ¿Pero se puede acariciar un sueño?








martes, 25 de junio de 2013

Jorge Luis Borges y su stand up

Desde que empezó a quedarse ciego, dejaron de gustarle los disfraces. Lo confundían aún más y lo enojaban. Cuenta su gran amiga Silvina Ocampo que una tarde, en casa de Victoria, ella y Nora Langhe, disfrazadas las dos, sorprendieron a Georgie paseando por los jardines, y lo asustaron. Borges se molestó, refunfuñó algo en voz baja, y siguió caminando solo hasta que se chocó con un árbol, y allí, palpando la corteza con sus manos, le dijo con la cara contra el tronco: 
-- ¿Vos también te disfrazaste? 

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Amó tanto Buenos Aires, que reconoció haber ido por el mundo diciéndole a todo el mundo que Buenos Aires era una ciudad horrible. 
Temí que se llenara de turistas. La quería sólo para mi. 

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Ésta la contaba Marco Denevi: “un amigo mío conducía del brazo por la calle a un Borges ya ciego, y a su pedido, le lee lo que dice un afiche con consignas nacionalistas: “Dios, familia y propiedad”. Borges entonces murmura: “Caramba, que tres incomodidades”. 


Su buen amigo de juventud -cofundador con él del “ultraísmo argentino”-, Guillermo de Torre, con los años, se convirtió en su cuñado. Luego el tiempo los fue distanciando, y la relación entre los dos se enfrió cada vez más. Después de Torre quedó sordo. Desde entonces, cuando le preguntaban a Borges cómo se llevaba con su cuñado, él enseguida respondía: “muy bien: yo no lo veo y él no me oye”. 

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Borges firma ejemplares en una librería del Centro. Un joven se  acerca con Ficciones y le dice: "Maestro, usted es inmortal".  Borges le contesta: "Vamos, hombre. No hay por qué ser tan pesimista". 

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Roma, 1981. Conferencia de prensa en un hotel de la Via Veneto.  Además de periodistas, están presentes Bernardo Bertolucci y  Franco María Ricci. Borges, inspirado, destila ingenio. Llega la  última pregunta. "¿A qué atribuye que todavía no le hayan  otorgado el Premio Nobel de Literatura?" 
- "A la sabiduría sueca". 

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En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en 
aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente 
probó con algo que le pareció más provocativo: "¿En su país 
todavía hay caníbales?" 
- "Ya no - contestó aquél -, nos los comimos a todos." 

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Pero el anecdotario borgeano -el más rico y variado de cuantas  personalidades uno recuerde- está también hecho de observaciones,  ocurrencias y comentarios de singular agudeza. En ese 
temperamento, el escritor no rehuía incluso el tener que vérselas con  temas difíciles: en plena Guerra de las Malvinas, opinó que "la  Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine" y  que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar". 

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Propuesta. Cuenta Héctor Yanover que durante una reunión de la  SADE sobre la situación de la literatura argentina, Córdoba  Iturburu, que la presidía, inquirió a los gritos: "¿Y qué vamos a 
hacer por nuestros jóvenes poetas?" Desde el fondo llegó otro grito, éste  de Borges: "¡Disuadirlos!" 

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En la pausa de un acto cultural, el novelista Oscar Hermes  Villordo acompañó a Borges al baño, situado en un primer piso  al que se llegaba por una empinada escalera de madera. Cuando 
volvían, Villordo notó que Borges descendía los escalones demasiado  rápido y, temiendo lo peor, le preguntó:"¿No deberíamos ir más  despacio?" "Pero no soy yo - aclaró Borges -, es Newton." 

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Borges charla con Antonio Carrizo, en un bar. Por la radio del  local se anuncia un tango con letra de León Benarós, amigo de  Borges. El locutor propone escucharlo y el escritor acepta. 
Cuando el tango termina, Carrizo le pregunta qué le pareció. Borges  mueve la cabeza y dictamina, muy preocupado: "Esto le pasa a Benarós  por juntarse con peronistas". 

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El poeta Eduardo González Lanuza, uno de los introductores del  ultraísmo en la Argentina y gran amigo de Borges, descubre a  éste en Florida y Corrientes, solo, con su bastón, esperando para  poder cruzar. Lo toca y le dice: "Borges, soy González Lanuza".  El vuelve la cabeza y, después de unos segundos, contesta: "Es probable". 

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En Maipú y Tucumán, un grupo de adictos a Isabel Perón descubre  a Borges y lo sigue unos metros, insultándolo. Al ingresar en  su casa, un periodista le pregunta cómo se siente. "Medio 
desorientado - manifiesta -. Se me acercó una mujer vociferando:  ¡Inculto! ¡Ignorante! " +

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Un joven poeta se acerca a Borges en la calle. Deja en manos  del escritor su primer libro.Borges agradece y le pregunta cuál  es el título. "Con la patria adentro", responde el joven. -"Pero qué 
incomodidad, amigo, qué incomodidad". 

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El escritor argentino Héctor Bianciotti recuerda una de las  tantas salidas elegantes de Borges, cuando le incomodaban los  halagos de la gente: Ocurre en París, en un estudio de televisión. 
-"¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores  del siglo?", lo interrogan.  -"Es que este", evalúa Borges, "ha sido un siglo muy mediocre". 

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Una mañana de octubre de 1967, Borges está al frente de su  clase de literatura inglesa. Un estudiante entra y lo interrumpe  para anunciar la muerte del Che Guevara y la inmediata suspensión de  las clases para rendirle un homenaje . Borges contesta que el  homenaje seguramente puede esperar. Clima tenso. El estudiante  insiste: "Tiene que ser ahora y usted se va". Borges no se resigna y  grita: "No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del  escritorio". El estudiante amenaza con cortar la luz. "He tomado la  precaución", retruca Borges, "de ser ciego esperando este momento". 

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A principios de la década de los setenta, el escritor y  psicoanalista Germán García invita a la Argentina a Daniel Sibony,  matemático y psicoanalista francés. Sibony quiere conocer a Borges.  Al encontrarse, el francés le pregunta en qué idioma desea hablar.  "Hablemos en francés", propone Borges, y justifica: "Dicen que  la lengua francesa es tan perfecta que no necesita escritores. A  la inversa, dicen que el castellano es una lengua que se desespera 
de su propia debilidad y necesita producir cada tanto un Góngora, un  Quevedo, un Cervantes". 

En 1975, a los 99 años, muere Leonor Acevedo de Borges, madre  del escritor. En el velorio, una mujer da el pésame a Borges y  comenta: "Peeero... pobre Leonorcita, morirse tan poquito antes  de cumplir los 100 años. Si hubiera esperado un poquito más...".  Borges le dice: "Veo, señora, que es usted devota del sistema decimal". 

miércoles, 19 de junio de 2013

En el anden...


Es viejito, de ojos claros y esta vestido con un uniforme que dice UPS.
Anda por la estación a los gritos entonando una alegre y vieja cancioncita que dice:
En el sur de California una chica me encontré,
Como no sabia su nombre ¡oh Susana! la llame,
¡Oh Susana! dejate de joder
Anda a limpiarte el culo que te vamos a coger
...
Y después se ríe a carcajadas.
Las mujeres lo miran y los hombres sonríen.
Una tarde un policía con escaso oído musical lo desmaya de un palo en la cabeza.
Cuando despertó ya no recordaba que cantar.
Ahora se lo ve triste, caminando por el anden…
Apenas balbuceando…en el Sur… en el Sur…de…

martes, 11 de junio de 2013

Indiferencia

Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y rebelde. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son vileza, no vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. 
Antonio Gramsci

miércoles, 5 de junio de 2013

Blas

Blas tiene 57 años, vive por la zona de Pacheco y en la última inundación no la paso bien. Tiene un trabajo en negro, mal pagado y muchas horas para hacerlo, ya que le lleva casi 12 horas por día. 
El agua rompió un puente que está muy cerca de su casa y el aluvión le tiro algunas paredes, su casa es de material, pero simple, la comparte con su mujer, muy joven y dos hijos.
Los días siguientes fueron muy duros, tratar de conseguir elementos para repararla, sin dinero, pidiendo a la municipalidad, ayudándose con los vecinos. Su casa sin pared era insegura y las pocas cosas que había conseguido eran una presa fácil para los ladrones de siempre. 
Hicieron una carta, los vecinos, todos juntos enviaron una esperanza en ese papel, directo a Alicia K. ¿Cuántas probabilidades había de ser escuchados?
Al poco tiempo apareció Cecilia, un asistente social del ministerio, entró a la casa de Blas, se sentó a su mesa, escuchó sus problemas y luego de eso se subió al auto que la traía y se fue. 
¿Y ahora? Serviría de algo todo eso? La duda siempre estaba… los políticos, todos corruptos, que solo piensan en ellos, en el poder y nunca en la gente. Como obviar ese pensamiento…
Pero Blas tenía esperanzas y no fueron vanas, a los pocos días tuvieron una reunión con Cecilia, Blas y el barrio, y supieron que habían sido escuchados. Llegaron tirantes chapas, cemento, y muebles, pero Blas prefirió dejarle los muebles a una vecina que los necesitaba mas que él. También en el ANSES tuvieron una sorpresa, le habían otorgado la AUH y un plan para que su mujer terminara el secundario, pero debiendo trabajar durante los días que no tiene clases. Ese plan significa $ 2000 y la AUH $1200
Si no trabaja o si los chicos no completan las vacunas y la asistencia a clases, no cobran. Y conozco a Blas y sé que cumplirá con lo pactado.. .
Blas pidió todo esto embargado en una humildad propia de la gente que quiere progresar por su cuenta. Otros vecinos ni agradecieron lo conseguido, ellos creen que el estado está en la obligación de hacerlo. Blas y su familia, en cambio, le enviaron una carta de agradecimiento a la ministra. Poca gente lo hace, les dijo Cecilia. Además en pocos años Blas podrá jubilarse, empezó a trabajar desde que era un chico, allí en su Misiones natal. 
Y hoy está contento. 
Estas cosas, así como dice mi amiga Paula C., son las que me hacen creer que el rumbo es el correcto, y que un país mejor y más inclusivo se puede lograr. 
No es un merito solo de este gobierno, también lo es de quienes pagamos impuestos. 
La plata es mía y tuya, y bien destinada sirve para estas cosas..

Una historia mas, sin importancia, pero quería contarla.

domingo, 2 de junio de 2013

Seguridad

Con los milicos estábamos mejor, leí por ahi. Y rápido se me apareció la imagen de un colectivo parado en la puerta de la galeria Oliver, en Lomas y yo y algunos amigos siendo subido a los empujones por unos policías. Tenia 18 años. Solo caminaba, no me preguntaron nada, ni pidieron DNI. No hacia falta.
Adentrooo, junto a unos 50 pibes mas. El arreo había comenzado algunas cuadras atrás. Fueron unas 3 hs. las que pase en esa comisaria, tan solo porque si. Tal vez sea esa la lógica de "estar mejor" que recuerdan algunos.
Durante esos años cosas así y peores eran recurrentes; por ejemplo, no leer todo lo que quisieras. Mientras tanto el aparato productivo se desguazaba, el terrorismo de estado avanzaba, los robos también, queres saber lo que era corrupción..si desaparecías te robaban todo, igual que las donaciones de Malvinas, anulación de la libertad de expresión, de los partidos, sindicatos y del derecho de reunión, olvídate de cantar una que sepamos todos en alguna plaza. Endeudamiento escandaloso y posterior estatización de la deuda privada. (Macri y flia agradecidos)
Claro que podías estar seguro...si eras mudo, si no oías, si no pensabas..si no peticionabas, ni votabas...ni 8N ni 7 D...ni nada...
Mira que seguridad que había...