JUAN LOPEZ Y JOHN WARD
Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos.
Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en la ciudad por la que caminó Father Brown.
Había estudiado castellano para leer El Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aulade la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Los Conjurados - J.L. Borges
3 comentarios:
Me gusta esto. No los hechos, el texto.
Un abrazo, Fabián.
Los cierres que dio siempre el viejo Borges me fascinan cada día más.
Y mirá que casi me los sé de memoria!!! jajajajaja
Saludos!
Hermoso poema de un Borges ya cercano a su muerte.
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