Y se vino una noche mas de visitar museos de madrugada. Esta practica que se realiza en varias partes del mundo, como me entere durante la hora de cola que hice para entrar, se organiza en la ciudad una vez por año. Y en cada oportunidad me encargue de denostar semejante evento. No porque abogue a favor de la ignorancia popular sino porque siendo visitante de museos en cualquier epoca del año, me parecia una actitud de manada llevada de las orejas visitar museos en banda durante una noche, haciendo colas enormes y mirando todo a la disparada. En fin una muestra mas de masificacion a la que somos tan afectos los argentinos.
Pero esta vez era diferente, alguien que conocia guiaba un palacio que me habia tenido muy interesado desde siempre. El Palacio San Martin sede de la Cancilleria argentina. Victoria, una nueva amiga y secretaria de un embajador, seria una de las guias del lugar. Y de ese modo me parecia mas atractivo comerme una hora de cola y soportar las boludas charlas de 4 veteranas que decian haber participado de la noche de los museos en Francia, y de lo mucho que habian tenido que caminar y el sufrimiento que eso conllevaba, y que la semana que viene se iban al caribe y tantas pelotudeces mas contadas a los gritos para que toda la cola, pletorica de humildes mortales, se enteraran lo fashion y divinas que eran las 4 momias.
La cola desalentaba. Larga...de dos cuadras, parecia inmovil. Mientras me enteraba por las viejas del viaje que una de ellas haria al caribe en compania de un puto, y de lo solo que estaba el tipo en cuestion y de lo lindo que seria que se enamorara en el caribe y se pusiera de novio y tantas tonterias de viejas tilingas, yo preparaba mi camara ya que adentro del palacio pensaba derretirla de tantas fotos que tomaria.
Finalmente llegamos al gran porton, desde tan cerquita impresionaba.
Entramos en grupo de 40 y fuimos recibidos por Silvia, la guia. Una madura portentosa de buen lomo y flequillito stone que se fue relajando a medida que avanzaba la guiada. Agotada de mil paseos anteriores, Silvia nos decia con una voz agrietada una fatalidad....que NO SE PODIAN SACAR fOTOS.
Como?.
Tuve un segundo de rebeldia. Y si le preguntaba los argumentos para soportar tal limitacion? A cambio de eso decidi acompañarla junto a los 40 y aprovechar al maximo su minima voz. Ya habria tiempo de preguntarle por que.
Mi amiga no aparecia. Y yo queria verla a ella. Supuse que la cruzaria, pero no pasó. Silvia, la titular, nos llevaba con destreza, simpatia y un par de buenas piernas debajo de una pollera azul de secretaria perversa, a conocer la vida de la familia que vivia en semejante ranchito.
Y de pronto, llegamos al Salon Azul...y la revolucion estalló y todos se olvidaron de la orden. Parecia que jamas lo habian dicho.
30 camaras empezaron a explotar los flashes ante la mirada de la guia del saloncito, que era otra, y que seguramente harta de la misma repetida accion no dijo nada. Y entonces manada al fin, saque alguna fotito.
Me dije...que tan buenos argentinos somos, nos dijeron que no, y sin embargo un movimiento popular, instantaneo y espontaneo, rebelde y justo, decidio lo contrario. Yo hice lo mismo. Pero aun me seguia preguntando que razon impedia sacar fotos de manera legal.
Si el palacio es un museo, casi no hay obras de arte que pueda dañar el flash, la cosa es casi exclusivamente arquitectonica, no hay documentos secretos ni nada para proteger...entonces, má perqué...
De todos modos el movimiento fotopopular rebelde seguia retratando todo. Hasta que una rubia me encaro de modo catrense diciendome...
-No se pueden sacar fotos....
La mire mal. Se que eso le dijeron que diga, pero igual la mire mal.
Y no saque ninguna mas.
La visita termino a los santos pedos. Todo muy rapidito, casi como un sexo de ligustrina. De pronto estaba en la puerta, con un apuro impuesto y nada para hacer. Y mi amiga?
Y un sms nos rencontro y ella y otra mas terminamos en un bar del bajo con unas papas frita una jarra de cerveza y yo con una pepsi, sin duda una noche de traiciones.
La noche de los Museos...el año que viene, no me esperen.
Pero esta vez era diferente, alguien que conocia guiaba un palacio que me habia tenido muy interesado desde siempre. El Palacio San Martin sede de la Cancilleria argentina. Victoria, una nueva amiga y secretaria de un embajador, seria una de las guias del lugar. Y de ese modo me parecia mas atractivo comerme una hora de cola y soportar las boludas charlas de 4 veteranas que decian haber participado de la noche de los museos en Francia, y de lo mucho que habian tenido que caminar y el sufrimiento que eso conllevaba, y que la semana que viene se iban al caribe y tantas pelotudeces mas contadas a los gritos para que toda la cola, pletorica de humildes mortales, se enteraran lo fashion y divinas que eran las 4 momias.
La cola desalentaba. Larga...de dos cuadras, parecia inmovil. Mientras me enteraba por las viejas del viaje que una de ellas haria al caribe en compania de un puto, y de lo solo que estaba el tipo en cuestion y de lo lindo que seria que se enamorara en el caribe y se pusiera de novio y tantas tonterias de viejas tilingas, yo preparaba mi camara ya que adentro del palacio pensaba derretirla de tantas fotos que tomaria.
Finalmente llegamos al gran porton, desde tan cerquita impresionaba.
Entramos en grupo de 40 y fuimos recibidos por Silvia, la guia. Una madura portentosa de buen lomo y flequillito stone que se fue relajando a medida que avanzaba la guiada. Agotada de mil paseos anteriores, Silvia nos decia con una voz agrietada una fatalidad....que NO SE PODIAN SACAR fOTOS.
Como?.
Tuve un segundo de rebeldia. Y si le preguntaba los argumentos para soportar tal limitacion? A cambio de eso decidi acompañarla junto a los 40 y aprovechar al maximo su minima voz. Ya habria tiempo de preguntarle por que.
Mi amiga no aparecia. Y yo queria verla a ella. Supuse que la cruzaria, pero no pasó. Silvia, la titular, nos llevaba con destreza, simpatia y un par de buenas piernas debajo de una pollera azul de secretaria perversa, a conocer la vida de la familia que vivia en semejante ranchito.
Y de pronto, llegamos al Salon Azul...y la revolucion estalló y todos se olvidaron de la orden. Parecia que jamas lo habian dicho.
30 camaras empezaron a explotar los flashes ante la mirada de la guia del saloncito, que era otra, y que seguramente harta de la misma repetida accion no dijo nada. Y entonces manada al fin, saque alguna fotito.
Me dije...que tan buenos argentinos somos, nos dijeron que no, y sin embargo un movimiento popular, instantaneo y espontaneo, rebelde y justo, decidio lo contrario. Yo hice lo mismo. Pero aun me seguia preguntando que razon impedia sacar fotos de manera legal.
Si el palacio es un museo, casi no hay obras de arte que pueda dañar el flash, la cosa es casi exclusivamente arquitectonica, no hay documentos secretos ni nada para proteger...entonces, má perqué...
De todos modos el movimiento fotopopular rebelde seguia retratando todo. Hasta que una rubia me encaro de modo catrense diciendome...
-No se pueden sacar fotos....
La mire mal. Se que eso le dijeron que diga, pero igual la mire mal.
Y no saque ninguna mas.
La visita termino a los santos pedos. Todo muy rapidito, casi como un sexo de ligustrina. De pronto estaba en la puerta, con un apuro impuesto y nada para hacer. Y mi amiga?
Y un sms nos rencontro y ella y otra mas terminamos en un bar del bajo con unas papas frita una jarra de cerveza y yo con una pepsi, sin duda una noche de traiciones.
La noche de los Museos...el año que viene, no me esperen.
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