"Ese gordo siempre fue un turro. Un reverendo hijo de puta, él, sus mascotas y todos sus enanos, ya me las va a pagar, de esta noche no pasa…"
Eran algo mas de las 11 y media de la noche. En la soledad de la casa, lo platos en la pileta de la cocina no jodian a nadie. Una caja de ravioles y una salsa de supermercado habían sido su cena. Ni pan dulce, ni turrones. Apenas dos botellas de sidra dadas vuelta en la basura y unos platos descartables sobre la mesa. Estaba solo. Escondido. Y expectante.
El arbolito tenía casi su altura, las luces brillaban, las pocas luces que quedaban brillaban. Con las bombitas quemadas había hecho un puente para que la cosas funcionara. Un menjunje de cables enrollados podían electrocutarlo en cualquier momento. Bebió el resto de la sidra de un vaso y se acomodo con las rodillas en el piso. La pistola le quemaba. Se hacía mas pesada a medida que la espera alteraba la calma de la solitaria casa. Unos padres muertos estaban en una foto de la cómoda. Lo miraban alegres desde esa playa de Las Toninas, antes del accidente. Mejor…si no estos hijos de mil no se iban mas.
Los minutos pasaban lentos…como será pasar lento, pensó. Si todos pasan igual…debo calmarme, debo estar tranquilo, no se va a escapar. Y nada evitara la venganza.
23,50. Sigue escondido detrás del árbol. Las luces le iluminan la cara de un rojo coreano. El oído atento le dirá cuando hacerlo. Tiene todo listo, puso un poquito de pasto para los animales, colgó las medias de paño lenci con su nombre y dejó el pesebre casi armadito, con un niño dios de plástico y sonriente. Mira la hora, y tiembla.
De pronto un ruido llega desde la terraza. Sabe que la cosa va a comenzar. Abre por última vez el tambor de la pistola y confirma los 6 tiros. La mano transpirada la seca con los bolsillos traseros del jean. Se refriega los ojos e intenta sorprenderlo. El gordo de rojo ni se imagina lo que ocurrirá. -Si llega a venir acompañado, me parece que cobran todos.
De pronto la cortina del living se corre de un manotazo y sin ninguna teatralidad aparece por fin Papa Noel, Santa Claus, el viejito Pascuero o como se llame. Lleva a la rastra una bolsa roñosa y marrón y también trae una sonrisa idiota. Está solo.
El viejo mira el escenario y busca un lugar dónde dejar el regalito. Pero a él un recuerdo lo lleva hacia atrás, varios años atrás cuando enrollado entre las sabana rogaba ese maldito tren de madera. Apenas un trencito…solo eso, nada de espadas o camiones como solía pedir su vecino Emilio. Apenas un simple tren de madera, eso quería. Y para un chico de 12 años ese trencito era la suma de todas las ilusiones.
-Ilusiones que jamás me cumpliste maldito hijo de puta…
El grito asusta al viejo que ahora tiene colorado hasta el culo. Y la sonrisa idiota congelada.
De un manotazo arroja el árbol lejos, las bombitas de vidrio explotan contra el piso, las luces se apagan al desconectarse todo y 3 fogonazos iluminan el vientre sangrante del viejo papa Noel. Un grito desgarrador, lastimero, acompaña los dos disparos siguientes. Uno va al hombro, el otro se pierde en un jarrón del modular. El Sr. Noel no entiende semejante recibimiento. Aterrado inicia una retirada desesperada para salvarse. La certeza de que su vida no era eterna lo llena de pánico. Buscando la escalera que va a la terraza, abandona su bolsa y con las manos coloradas de sangre al sostenerse el vientre abierto, escapa mientras pierde el control de esfinteres. Un tiro mas le busca las piernas, es el último, que apenas rompe un escalón de mármol verde. Noel ya casi llega a su trineo, pero los disparos alertaron a los enanos que siempre acompañan a Papa Noel pero que no creyó que estaban. Enanos que muy poca gente ha visto. Son unos enanos maltrechos y descuajeringados, horribles, sucios y mal vestidos que al ver a su jefe malherido y a él corriéndolo con la pistola humeante, se le abalanzan para matarlo. Pero son enanos y apenas le llegan a la cintura. Con inusitada ferocidad lo golpean y le muerden los genitales. Estalla de dolor, ya no le quedan balas, pero el caño de la 357 es buena para abrirles las cabezas y dejarlos medios muertos en su propia terraza. Papa Noel, Santa Claus, el viejito Pascuero o como carajo se llame, apenas logra derrumbarse en el asiento trasero del trineo y se está muriendo.
No lo piensa dos veces y puede hacer que la venganza sea total. De un salto se acomoda en el asiento de adelante y en un segundo que duró un siglo, toma las riendas. Mira al cielo estrellado y una última cañita surca la oscuridad. La imagen del aquel trencito de madera que jamás llego, lo anima mas aun. Entonces, con un viejo ya muerto y con la sangre que se confunde con su ropa roja en el asiento de atrás, toma las riendas y pone dirección hacia esa oscuridad. Un chasquido rápido moviliza los renos y en pocos pasos ya están surcando el cielo.
No tiene rumbo, no tendrá paz. La luna esta cerca y luego ya verá que hacer, tal vez la atmosfera los incinere a todos, pero no le importa.
Mientras tanto en el asiento de atrás un cuerpo deja de retorcerse, ya es un cadaver pero no esta solo. Mas al fondo, un viejo trencito de madera, surcado de telarañas, apenas puede verse.
Pero es solo un olvidado trencito de madera, un regalo que ya nadie jamas esperará
-Ilusiones que jamás me cumpliste maldito hijo de puta…
El grito asusta al viejo que ahora tiene colorado hasta el culo. Y la sonrisa idiota congelada.
De un manotazo arroja el árbol lejos, las bombitas de vidrio explotan contra el piso, las luces se apagan al desconectarse todo y 3 fogonazos iluminan el vientre sangrante del viejo papa Noel. Un grito desgarrador, lastimero, acompaña los dos disparos siguientes. Uno va al hombro, el otro se pierde en un jarrón del modular. El Sr. Noel no entiende semejante recibimiento. Aterrado inicia una retirada desesperada para salvarse. La certeza de que su vida no era eterna lo llena de pánico. Buscando la escalera que va a la terraza, abandona su bolsa y con las manos coloradas de sangre al sostenerse el vientre abierto, escapa mientras pierde el control de esfinteres. Un tiro mas le busca las piernas, es el último, que apenas rompe un escalón de mármol verde. Noel ya casi llega a su trineo, pero los disparos alertaron a los enanos que siempre acompañan a Papa Noel pero que no creyó que estaban. Enanos que muy poca gente ha visto. Son unos enanos maltrechos y descuajeringados, horribles, sucios y mal vestidos que al ver a su jefe malherido y a él corriéndolo con la pistola humeante, se le abalanzan para matarlo. Pero son enanos y apenas le llegan a la cintura. Con inusitada ferocidad lo golpean y le muerden los genitales. Estalla de dolor, ya no le quedan balas, pero el caño de la 357 es buena para abrirles las cabezas y dejarlos medios muertos en su propia terraza. Papa Noel, Santa Claus, el viejito Pascuero o como carajo se llame, apenas logra derrumbarse en el asiento trasero del trineo y se está muriendo.
No lo piensa dos veces y puede hacer que la venganza sea total. De un salto se acomoda en el asiento de adelante y en un segundo que duró un siglo, toma las riendas. Mira al cielo estrellado y una última cañita surca la oscuridad. La imagen del aquel trencito de madera que jamás llego, lo anima mas aun. Entonces, con un viejo ya muerto y con la sangre que se confunde con su ropa roja en el asiento de atrás, toma las riendas y pone dirección hacia esa oscuridad. Un chasquido rápido moviliza los renos y en pocos pasos ya están surcando el cielo.
No tiene rumbo, no tendrá paz. La luna esta cerca y luego ya verá que hacer, tal vez la atmosfera los incinere a todos, pero no le importa.
Mientras tanto en el asiento de atrás un cuerpo deja de retorcerse, ya es un cadaver pero no esta solo. Mas al fondo, un viejo trencito de madera, surcado de telarañas, apenas puede verse.
Pero es solo un olvidado trencito de madera, un regalo que ya nadie jamas esperará
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