Los bares de esta ciudad son extraños reinos donde los parroquianos se juntan para practicar la amistad, iniciar una relación amorosa pero también terminarla, proponer decencias o indecencias, filosofar sobre la vida o simplemente verla pasar acodado en sus mesas bien cerca de una ventana...
Me gustan los bares; ese clima único donde las historias están grabadas en los ojos de cada uno de los visitantes.
Donde las tristezas se diluyen en las mismas copas donde un rato después se festejara una alegría.
Las miradas se vuelven turbias y los movimientos lentos. El tiempo nunca muere en los bares, esta vivo y transcurre invitando a la noche a tomar una ginebra en compañía de desconocidos de los cuales tal vez jamás recordaremos sus nombres. En mesas heridas de recuerdos, en postales de una ciudad que no contempla la mirada del extranjero..
Los bares, mágicos lugares donde todo puede pasar, donde un puñal y un corazón son lo mismo a las 3 de la mañana.
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