Solía pasar mucho tiempo con Mariana en los 80. Su departamento siempre estaba disponible para reunirnos o quedarme a dormir en el sofá
Eran lindos tiempos, donde las horas parecían que duraban el doble y nada sugería tener final. Podíamos tener largas charlas de todo tipo, y eso nos divertía mucho.
Lo raro era que a pesar de eso, no siempre conversábamos con Mariana.
Hacíamos nuestras cosas, cada uno en lo suyo, pero siempre conectados. Y eso estaba bueno. Mariana había aprendido a gozar del silencio y una noche, de madrugada, me dijo algo que recordaría siempre.
- Que bueno que no tengamos necesidad de hablar todo el tiempo, que podamos estar juntos en silencio.
Ese día me di cuenta del valor que ese silencio cómodo le daba a nuestra amistad. Y desde allí nunca tuve incomodidad cada vez que guardaba las palabras para mejor momento frente a algún amigo. Descubrí que el silencio también nos comunicaba, nos unía y acompañaba.
Que las palabras no dichas también tienen mucho para decir.
Hoy, leyendo a Erasmo de Rotterdan descubro esta frase : La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos parece ameno.
Que tal...una visionaria mi amiga Mariana.
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