El domingo
11 y 30 hs, religiosamente puntual, estaba entrando a la iglesia de la Sagrada
Familia de Banfield. Linda y prolija, su historia arranca en 1893, y sea
posiblemente la mas antigua de la zona. Sus interiores son bellísimos, bien
cuidada, bien pintada, con los vitraux enteros y un sonido e iluminación acorde
a los tiempos.
El hecho era
especial, ya que no voy a misa, y tampoco es el centro de este relato. Pero el
tema es que ahí estaba, de buena onda y poniéndole pila a un rito que ya no
comparto. Situación que se vería legitimada con mas fuerza al salir de tan bella
iglesia.
La lectura
del domingo era sobre la alegría de Cristo, la que te llega al corazón escuchando
su palabra. Creo que esto es un buen resumen.
La misa me parecía
algo extraña, no soy un novato, tengo años de Acción Católica y de monaguillo,
por eso creo saber de lo que opino. Esta ceremonia era…demasiado cantada… Parecía
una ópera… Intuí que era asi porque el cura afinaba bien, y parecía que quería maravillarnos con sus cantos. El “coro” que
acompaña con las canciones, también lo formaba una mujer con guitarra, oculta detrás
de un pulpito, pero con una muy buena y bella voz. Ambos entonaban canciones que desconocía totalmente…
¿Tanto había cambiado todo?
Luego de
tantas frases repetidas, algunas cantadas, llego el momento de la homilía, el sermón.
Casi siempre esto termina de convertir a un cura en un capo o en un gil, en
alguien entretenido o alguien soporífero. Y también, a veces, en alguien polémico. Un cura
que respeté muchísimo y que conocí, se murió misteriosamente en aquellos años
de dictadura.
Era polémico,
parece.
Hacía calor
y en la nave principal vi varias caras conocidas, los años pasan para todos, y
la fe permanece en algunos mas que en otros. Y de pronto llego la homilía.
Este cura
era polémico, supe rápidamente. Y algo falaz también.
Comenzó
hablando de la tristeza de los argentinos, de los malos momentos que vivimos,
de los saqueos, la falta de horizonte, la poca expectativa económica que hoy
todos tenemos, metió al calor entre todos estos males ocasionados por el
gobierno, luego se quejó de que uno va a comprar y la cajera lo trata mal, la
gente no se soporta en las calles y para finalizar…la joya del discurso….
-Hoy, al
abrir el templo, oí gritos….En la sala de auxilios de aquí cerca los familiares de una chica que se había suicidado
gritaban de dolor… Pobrecita…se ve que no aguanto la situación…
Un leve
murmullo impresionado lleno la iglesia. Pero yo interpreté: ¿Este cura estaba
justificando un suicidio?
En ningún momento
lo condenó, o hizo un comentario sobre el suicidio y la fe…No!…solo lo
justificó diciendo…”la pobrecita no aguanto mas”
O sea que
para el sacerdote esa parecía ser la salida a “no aguantar mas”.
Directamente,
este siervo de Dios se estaba yendo al carajo.
Mi hermano,
no precisamente un K, murmuraba…este tipo está exagerando…
¿Y porque lo
hacía, porqué nos planteaba un panorama triste, penoso, oscuro, dramático y sin
salida?, ¿hasta donde el calor participaba de tanto dolor...?
Fue para poder
contrastarlo con la lectura de ese día. Todas estas calamidades te pasaran,
pero si escuchas la palabra de Dios, tendrás alegría.
¿Por qué
algunos curas se meten en berretas discursos donde tocan la política? ¿No son subvencionados por el
gobierno, los que le permite un privilegio que no todos los demás tienen?, ¿no deberían
afectarse a lo puramente espiritual? ¿O al menos hacer una autocritica de
rodillas todos los domingos de sus complicidades con los crímenes de lesa
humanidad y con la pedofilia?
No, parece
que eso no cuenta.
Una amiga,
gran creyente, siempre me invita a presenciar una misa de un cura sanador que
es su favorito. Me aclara siempre que el tipo les pega a los K, pero que sería
bueno que vaya.
Que
necesidad de pegarle a un gobierno que tendrá luces y sombras, pero que permitió
tantos logros sociales como ningún otro en los últimos 40 años? Mientras la
misa transcurre, en la puerta muchos autos nuevos quedan estacionados.
La respuesta
es simple.
La religión se
nutre del descontento. Y a ese descontento hay que inculcarlo.
Los tristes,
los perdidos, los sufrientes se acercan a Dios como una oportunidad. La religión
está hecha para los que sufren, esos son sus principales clientes.
Un pueblo
feliz no necesita de religiones.
La gente va
a la iglesia a pedir, a rogar… ¿pero cuántos van a agradecer?
Levantamos
los ojos al cielo cuando algo nos sale mal, no cuando nos sale bien. Eso parece
ser cuestión solo nuestra, nuestros
propios méritos.
Alguno habrá
sin duda que vaya todos los domingos a agradecer su buena vida, pero no es la
generalidad, ni tampoco parece ser el propósito.
Tienen que entristecernos.
Mientras mas
dolor haya, existirán las religiones. Y quien capture mejor ese dolor será el
que mas fieles tenga. Una batalla que por impericia o deshonestidad, la iglesia
católica va perdiendo por afano.
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