La noche se cerraba acompañada por ladridos de perros a lo lejos. El viento agitaba las chapas acanaladas de los rancheríos de enfrente del batallón. En el puesto que da a la calle, 3 pibes muertos de frio e ignorantes, abrazan un fusil pesado, sin certezas de que en caso de tener que usarlo, el fierro ese sirva para algo. Por la ventanitas rectangulares se cuela el frio y el puesto tiene un olor horrible.
Apenas se conocen. Conversan de cosas de su barrio, de sus vidas, de sus novias. Vienen de lugares distintos. Una villa en Rosario, un barrio humilde de Quilmes y él, que viene de uno de clase media de Lomas. Parecen diferentes pero algo los une. El deseo de ser libres. De terminar con este calvario de color verde oliva. Son soldados en servicio militar obligatorio. Y están hartos.
Hace unos minutos un contingente de mas de 100 pibes que permanecían desde hace días en el batallón salió de franco. Marchaban apurados, no vaya a ser que estos milicos se arrepientan y los metan a todos adentro de nuevo. Se afeitaron al ras, se lustraron los zapatos con la colcha de la cama y se robaron algún birrete, ya que sin el no salían. Y el que no encontró su birrete en su cofre, se quedo adentro. Así era la vida en el cuartel. Habían aprendido algunas tonterías que los milicos creían importantes y también a sobrevivir robando ropa de otro, comida y cualquier cosa que sirviera para no perder el franco. A veces se transformaban por un franco. Eran capaces no solo de robar, sino también de pelear y vaya a saber cuántas cosas mas. Por la ventana cuadradita del puesto 1 los vieron salir, era el final de la tarde y la noche amenazaba. No quedaron mas de 40 tipos adentro, entre soldaditos y oficiales. Se notaba cierto aire de adrenalina mal controlada. Un carrier estaba en posición adecuada con una 12.7 lista pero no sabían para qué. Igual ninguno de los que andaba por ahí jamás había disparado una. Por fin la noche se volcó sobre ellos como una ducha fría. La guardia recién comenzaba, tenían una larga noche de dormir mal y furtivamente y también de cagarse de hambre.
Un grito alerta al soldadito del puesto 1 para que abra la reja. El chico de la villa mas jodida de Rosario destraba el candado y sale rápido una Pick Up Ford con 4 tipos atrás. Es raro, no conoce a ninguno, ni al oficial que va en la cabina ni a los que van detrás que parecen algo mas veteranos que el. Tienen guantes y el no, sus ropas están sanas, las de él cuela el frio por un entramado flojo. Y sus fusiles tienen culata rebatible. No como el suyo que tiene la mira rota.
¿Disparará esta mierda si alguna vez lo necesito?, se pregunta..
A lo largo de todo el campo, donde se afinca el batallón hay gente haciendo guardia en lugares insólitos. Un viejo tanque de la segunda guerra desarmado, varios puestos a lo largo de una alambrada que da a la villa, una torre de agua desde donde no se ve una mierda y el puesto 1 que da a la calle. En cada lugar la historia es diferente. No es lo mismo el puesto que está a metros de la alambrada que separa el cuartel de la villa con el resto. Días atrás un tipo con un revolver logró meterse por un agujero y le descargó 6 tiros en el momento justo que miraba para otro lado. Los tiros pegaron en la pared de ladrillo del puestito y no le hicieron nada, pero enloquecido saco la boca del fusil y se mando 15 tiros de 7,62 en 3 segundos sin destino previsible. Le temblaba todo y tardaron en venir a ayudarlo a pasar el pánico. El puesto 1 era otra cosa. Era algo…como decirlo…mas cheto. Un puesto de acomodados. Por eso el jamás había ido antes a ese lugar, siempre le había tocado los fondos y los tiros aun le resonaban en lo tímpanos. No serian los únicos que recibiría, por suerte, sin lastimarlo.
Esta vez veía la calle desde el frente del batallón. Esa noche seria una noche diferente, esa noche vería el dolor, la capucha, el miedo y lo inexorable de algunos destinos.
Apenas se conocen. Conversan de cosas de su barrio, de sus vidas, de sus novias. Vienen de lugares distintos. Una villa en Rosario, un barrio humilde de Quilmes y él, que viene de uno de clase media de Lomas. Parecen diferentes pero algo los une. El deseo de ser libres. De terminar con este calvario de color verde oliva. Son soldados en servicio militar obligatorio. Y están hartos.
Hace unos minutos un contingente de mas de 100 pibes que permanecían desde hace días en el batallón salió de franco. Marchaban apurados, no vaya a ser que estos milicos se arrepientan y los metan a todos adentro de nuevo. Se afeitaron al ras, se lustraron los zapatos con la colcha de la cama y se robaron algún birrete, ya que sin el no salían. Y el que no encontró su birrete en su cofre, se quedo adentro. Así era la vida en el cuartel. Habían aprendido algunas tonterías que los milicos creían importantes y también a sobrevivir robando ropa de otro, comida y cualquier cosa que sirviera para no perder el franco. A veces se transformaban por un franco. Eran capaces no solo de robar, sino también de pelear y vaya a saber cuántas cosas mas. Por la ventana cuadradita del puesto 1 los vieron salir, era el final de la tarde y la noche amenazaba. No quedaron mas de 40 tipos adentro, entre soldaditos y oficiales. Se notaba cierto aire de adrenalina mal controlada. Un carrier estaba en posición adecuada con una 12.7 lista pero no sabían para qué. Igual ninguno de los que andaba por ahí jamás había disparado una. Por fin la noche se volcó sobre ellos como una ducha fría. La guardia recién comenzaba, tenían una larga noche de dormir mal y furtivamente y también de cagarse de hambre.
Un grito alerta al soldadito del puesto 1 para que abra la reja. El chico de la villa mas jodida de Rosario destraba el candado y sale rápido una Pick Up Ford con 4 tipos atrás. Es raro, no conoce a ninguno, ni al oficial que va en la cabina ni a los que van detrás que parecen algo mas veteranos que el. Tienen guantes y el no, sus ropas están sanas, las de él cuela el frio por un entramado flojo. Y sus fusiles tienen culata rebatible. No como el suyo que tiene la mira rota.
¿Disparará esta mierda si alguna vez lo necesito?, se pregunta..
A lo largo de todo el campo, donde se afinca el batallón hay gente haciendo guardia en lugares insólitos. Un viejo tanque de la segunda guerra desarmado, varios puestos a lo largo de una alambrada que da a la villa, una torre de agua desde donde no se ve una mierda y el puesto 1 que da a la calle. En cada lugar la historia es diferente. No es lo mismo el puesto que está a metros de la alambrada que separa el cuartel de la villa con el resto. Días atrás un tipo con un revolver logró meterse por un agujero y le descargó 6 tiros en el momento justo que miraba para otro lado. Los tiros pegaron en la pared de ladrillo del puestito y no le hicieron nada, pero enloquecido saco la boca del fusil y se mando 15 tiros de 7,62 en 3 segundos sin destino previsible. Le temblaba todo y tardaron en venir a ayudarlo a pasar el pánico. El puesto 1 era otra cosa. Era algo…como decirlo…mas cheto. Un puesto de acomodados. Por eso el jamás había ido antes a ese lugar, siempre le había tocado los fondos y los tiros aun le resonaban en lo tímpanos. No serian los únicos que recibiría, por suerte, sin lastimarlo.
Esta vez veía la calle desde el frente del batallón. Esa noche seria una noche diferente, esa noche vería el dolor, la capucha, el miedo y lo inexorable de algunos destinos.
Esa noche vería su primer desaparecido.
A las 3 am un gemido llega desde la calle que termina justo en la puerta del cuartel. Siempre la consideró como una boca de lobo, ya que la luz de los focos la iluminaba apenas unos metros y luego la oscuridad era total. A los costados de esa calle estaban las casuchas de la villa, gente pobre, que acompañaba la vida con vino ordinario y música de chamamé. Por esa calle los veía salir a trabajar de madrugada al cruzarlos a la misma hora que el volvía de franco. Esa noche la música de chamamé se había acallado y a cambio de eso un gemido infantil parecía venir desde el fondo de esa boca de lobo. Los 3 soldaditos se quedaron en silencio, el gemido se acercaba cada vez más, colgados a las ventanitas sacaron las bocas de los fusiles y se prepararon. Ese gemido parecía el lamento de una nena. De pronto desde la oscuridad y ya alcanzada por los faroles apareció una nenita con las manos entre las piernas, tenía un vestido y lloraba sin parar. Cruzó la ruta hacia el portón sin mirar si venia algún auto. Vino a ellos a enfrentarlos y a pararse justo debajo de las ventanas rectangulares. No sabían qué hacer. ¿Salir? ¿Y si era alguna trampa? Esos años eran crueles, mataban, morían, desaparecían. Ellos estaban casualmente de un lado que tal vez no hubieran elegido, eso no importaba. Eran soldados y para algunos eran el enemigo.
Uno de ellos salió con el fusil atento. La luz era enceguecedora y mostraba una nena de 7 años tal vez, tocándose el vestido desgarrado, llorando y pidiendo por su mamá. Quedaron congelados. ¿Qué hacer?
Llamaron al cabo. Pero no esperaban mucho de él, apenas tenía un par de años mas y era un pelotudo. No pasó mucho tiempo que un murmullo empezó a crecer, y de la misma oscuridad aparecieron algunas mujeres a los gritos. No respetaron la voz de alto, ya todo se volvía mas confuso. A esa edad y por mas soldado que seas, no estás listo para ver una nenita violada y a su madre reencontrándola a los gritos. Pedían que salieran a buscar al tipo, pero ellos no eran la policía. Vayan a la comisaria le dijeron. Y las echaron de allí.
Que nochecita, por Dios, se dijeron. Pero recién empezaba.
Una hora después una señora se les acercó de repente, asustándolos. ¿Cómo no la habían visto? Estaban aún shockeados por el asunto de la nenita seguramente. La mujer quería hablar con alguien del cuartel. Ellos la mandaron a la comisaria. Ella les dijo que ya había ido y que la habían mandado ahí. ¿Porqué acá?, le dijeron algo nerviosos.
Se llevaron a mi hijo, fueron unos soldados, acá les traigo el documento, si lo trajeron porque no lo tenía, acá se los doy, pero por favor déjenlo salir. Tengo el documento… es mi hijo. Es bueno, no tiene nada que ver, solo se olvidó el documento.
Se miraron… ¿y ahora? Inmediatamente pensaron en la Pick Up Ford con esos soldados desconocidos que tenían guantes y mejores fusiles.
Señora, acá no trajeron a nadie, le dijeron. Fueron secos, cortantes. Era mucho para una sola noche.
La mujer lloraba, les pasó el DNI por la ventanita…y se los dejó. Ellos la echaron de allí.
Apenas 10´ después volvió la Ford. En la cabina había 3 personas. Salió a abrir el portón y se quedo congelado. Entre el conductor y el teniente a cargo había una persona encapuchada. No podía creerlo, se quedó paralizado frente a la ventanilla de la camioneta. Dirigiéndose al oficial le dijo que una señora había traído un DNI, que era seguramente de la persona que ….está …con la capucha.., no podía dejar de mirarlo, ..Ya lo pueden soltar…tengo el DNI… les dijo sin pensar. El teniente lo fulminó en la oscuridad de la cabina con una mirada inolvidable. Soldado…le dijo firmemente…no hay tutía…era la primera vez que escuchaba esa palabra…no hay tutía…¿significaría que no había chance de nada mas?.
Y no la había, el teniente tomó de mala manera el DNI y dio la orden de entrar. Por el camino del batallón vio como el encapuchado, sin un gemido, sin una queja, se perdía por la boca de lobo que estaba ahora adentro del cuartel, una negra boca asesina que se devoraría en varios años muchos DNI, muchas llantos de madre y muchos encapuchados que jamás volverían a ver la luz.
A las 3 am un gemido llega desde la calle que termina justo en la puerta del cuartel. Siempre la consideró como una boca de lobo, ya que la luz de los focos la iluminaba apenas unos metros y luego la oscuridad era total. A los costados de esa calle estaban las casuchas de la villa, gente pobre, que acompañaba la vida con vino ordinario y música de chamamé. Por esa calle los veía salir a trabajar de madrugada al cruzarlos a la misma hora que el volvía de franco. Esa noche la música de chamamé se había acallado y a cambio de eso un gemido infantil parecía venir desde el fondo de esa boca de lobo. Los 3 soldaditos se quedaron en silencio, el gemido se acercaba cada vez más, colgados a las ventanitas sacaron las bocas de los fusiles y se prepararon. Ese gemido parecía el lamento de una nena. De pronto desde la oscuridad y ya alcanzada por los faroles apareció una nenita con las manos entre las piernas, tenía un vestido y lloraba sin parar. Cruzó la ruta hacia el portón sin mirar si venia algún auto. Vino a ellos a enfrentarlos y a pararse justo debajo de las ventanas rectangulares. No sabían qué hacer. ¿Salir? ¿Y si era alguna trampa? Esos años eran crueles, mataban, morían, desaparecían. Ellos estaban casualmente de un lado que tal vez no hubieran elegido, eso no importaba. Eran soldados y para algunos eran el enemigo.
Uno de ellos salió con el fusil atento. La luz era enceguecedora y mostraba una nena de 7 años tal vez, tocándose el vestido desgarrado, llorando y pidiendo por su mamá. Quedaron congelados. ¿Qué hacer?
Llamaron al cabo. Pero no esperaban mucho de él, apenas tenía un par de años mas y era un pelotudo. No pasó mucho tiempo que un murmullo empezó a crecer, y de la misma oscuridad aparecieron algunas mujeres a los gritos. No respetaron la voz de alto, ya todo se volvía mas confuso. A esa edad y por mas soldado que seas, no estás listo para ver una nenita violada y a su madre reencontrándola a los gritos. Pedían que salieran a buscar al tipo, pero ellos no eran la policía. Vayan a la comisaria le dijeron. Y las echaron de allí.
Que nochecita, por Dios, se dijeron. Pero recién empezaba.
Una hora después una señora se les acercó de repente, asustándolos. ¿Cómo no la habían visto? Estaban aún shockeados por el asunto de la nenita seguramente. La mujer quería hablar con alguien del cuartel. Ellos la mandaron a la comisaria. Ella les dijo que ya había ido y que la habían mandado ahí. ¿Porqué acá?, le dijeron algo nerviosos.
Se llevaron a mi hijo, fueron unos soldados, acá les traigo el documento, si lo trajeron porque no lo tenía, acá se los doy, pero por favor déjenlo salir. Tengo el documento… es mi hijo. Es bueno, no tiene nada que ver, solo se olvidó el documento.
Se miraron… ¿y ahora? Inmediatamente pensaron en la Pick Up Ford con esos soldados desconocidos que tenían guantes y mejores fusiles.
Señora, acá no trajeron a nadie, le dijeron. Fueron secos, cortantes. Era mucho para una sola noche.
La mujer lloraba, les pasó el DNI por la ventanita…y se los dejó. Ellos la echaron de allí.
Apenas 10´ después volvió la Ford. En la cabina había 3 personas. Salió a abrir el portón y se quedo congelado. Entre el conductor y el teniente a cargo había una persona encapuchada. No podía creerlo, se quedó paralizado frente a la ventanilla de la camioneta. Dirigiéndose al oficial le dijo que una señora había traído un DNI, que era seguramente de la persona que ….está …con la capucha.., no podía dejar de mirarlo, ..Ya lo pueden soltar…tengo el DNI… les dijo sin pensar. El teniente lo fulminó en la oscuridad de la cabina con una mirada inolvidable. Soldado…le dijo firmemente…no hay tutía…era la primera vez que escuchaba esa palabra…no hay tutía…¿significaría que no había chance de nada mas?.
Y no la había, el teniente tomó de mala manera el DNI y dio la orden de entrar. Por el camino del batallón vio como el encapuchado, sin un gemido, sin una queja, se perdía por la boca de lobo que estaba ahora adentro del cuartel, una negra boca asesina que se devoraría en varios años muchos DNI, muchas llantos de madre y muchos encapuchados que jamás volverían a ver la luz.
6 comentarios:
Me dan ganas de vomitar muchas palabras; TRISTEZA, IMPOTENCIA, INJUSTICIA, FRUSTRACIÓN, DESOLACIÓN, uf, la lista es interminable.
y todavía hay gente del PRO que pone en duda los desaparecidos de la dictadura, proponen hacer consultas populares para soltarlos a todos, que manga de hijos de un camión re lleno de putas. En el 2011 hay que votar con mucha conciencia porque si ganan estos corremos el peligro de una regresión de importantes magnitudes, desde la temática de derechos humanos hasta la peor economía neoliberal.
http://macrinova.blogspot.com/
Hay gente de mierda en TODOS lados
Impresionante tu escrito ! Memoria, ojalá no la perdamos entre tanto boludeo general...
Beso enorme !
Hola Fabián, te felicito por la narración es excelente y escalofriante la realidad, existió y nadie la puede negar y la memoria no puede olvidar y justicia se requiere. Lo lamentable es que hasta ahora no encontré a nadie que escribiera relatos de lo que le paso a tantas personas que jamás volvieron a sus casas porque volaron en pedacitos por bombas puestas por los subversivos o nadie se acuerda de relatar la vida perdida de una jóven de 16 años que murió por una bomba puesta en su cama y su familia jamás pudo pedir justicia, pues no se supo quién lo hizo. Me gustaría que también publicaras de esas historias, conozco muchas, saludos Nina
Fabián, desde la lejanía es muy fácil decir "hay que tomar en cuenta que este tipo de "temas" están... muy trillados". Lo he escuchado en más de uno, muchas ocasiones. Pero vale la pena detenerse un poco y gritar al viento que NUNCA es suficiente al hablar de estos temas, porque eso nos arrinconaría en el olvido, en la ilusión de pensar que nada de eso sucedió, que simplemente "ya pasó".
Un abrazo
Publicar un comentario