No tuviste infancia si nunca quisiste irte de tu casa.
Quien no ha tenido ese sentimiento, esas ganas de rajar y con la preocupación de nuestra ausencia, vengarnos de nuestros padres y de sus exigencias? .
Pero lo máximo que recuerdo en el caso de mis hijos es verlo a Lucas en la puerta con un bolsito y un calzoncillo dentro de el como todo equipaje.
Apenas si llego al jardín...
Parece que el exterior era algo mas duro para enfrentarlo con un calzoncillito en la mochila.
Hoy las cosas parecen diferentes. Adolescentes que se fugan de sus casas por motivos tremendos para ellos y que están basados en los argumentos de siempre...No me gusta tu novio, tenes que estudiar, limpia tu cuarto.... Cosas que lo perciben como invasiones a su mundo que ningún adolescente puede soportar.
Algunos lidian con eso de manera responsable, otros, mas líricos y confiados en una aventura romántica, se lanzan a la calle sin avisar poniendo en alerta no solo a sus padres, sino a las autoridades y a nosotros, que reposteamos los pedidos de paraderos haciendo mas dramática su fuga y dándole a ella una entidad a veces exagerada. Que por supuesto halaga y da relieve al fugado.
No hablo aquí de los muchos que se escapan por verdaderos motivos aunados a su imposibilidad de pedir ayuda, no saber como hacerlo o no encontrarla. Maltratos, familias violentas, abusos...Para ellos no es este comentario.
Lo que queda de los otros escapados, los de rebeldía al pedo, es una consecuencia desagradable, la naturalización de estas cosas como travesuras, si se puede usar esta palabra en un adolescente, y la falta de importancia que le iremos dando con el tiempo, hasta llegar a importarnos un pito. Y sin saber discernir los motivos de una fuga, todas serán lo mismo. Con el perjuicio hacia los que realmente desparecen por motivos criminales o realmente graves.
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