sábado, 25 de febrero de 2017

18 hs en el Coto de Banfield

.Un nene de no mas de 6 años con un ridículo corte de pelo mohicano llora a mis espaldas. 
Lo miro y lo descubro solo, tiene las manos entrelazadas y cara de miedo. Me acuerdo cuando con 6 años me perdí en un enorme supermercado de la época que se llamaba Satélite. 
Era la génesis de los que hoy son los hipermercados. 
Me acerco al mohicanito y le pregunto que le pasa. 
Me perdí, no encuentro a mi papá, me dice llorando....
Intento calmarlo...No te asustes...lo llamamos por teléfono...
De chico a todos nos hacían recordar el numero de teléfono, la dirección, así pude un día, con 5 años, escaparme del cole y llegar a casa gracias a la solidaridad de una desconcertada señora que iba a comprar el pan. Pero volvamos al mohicanito...
Decime como se llama tu papa, le pregunto. 

Sorpresa en la cara del nene...me contesta...no se...
Un minuto después encontramos al pelotudo del padre que por supuesto le echo la culpa al pibito de su extravío.

viernes, 10 de febrero de 2017

De corsos y derrotas.

No me gustan los corsos. Me gustaban antes, de chico. Corsos para ver chicas, bañarlas en espuma y molerlas a golpes con el machete hueco de plástico que apenas pesaba 20 gramos. Era lindo acorralarlas. Pero también que te acorralen. Esperar la venganza de parte de ellas. Sentir la espuma saliendote de las narices porque habías sido emboscado brillantemente. De hecho, nosotros también emboscábamos a ellas. Así era el corso del sur. Por la avenida Alsina, de dos manos, por una transitaban las comparsas y por la otra los autos. Las comparsas eran, a la vista de hoy, patéticas. Aunque creo que no han cambiado mucho. Tengo como esa dualidad de recuerdos de corsos entrañables pero con imágenes que me me parecen feas y ordinarias. Una bipolaridad carnavalera. En esa Av. Alsina íbamos esa noche a la caza de alguna señorita que como nosotros, también tuviera su machete listo. A pocos metros divisamos una que estaba sola, o con lo que parecían eran sus padres. De bermudas celeste y pelo rubio, tendría tal vez 12 o 13 años. Ya se estaba formando en su continente la chica, y ese continente parecía inexplorado. Se le notaban las montañas en progreso y también su bahía y hacia esos paisajes fuimos. Levantamos nuestro livianito machete y ella al vernos hizo lo mismo. Pero el de ella parecía diferente, mas opaco, no se traslucía, con un color mas amarillo. Ya estábamos ahí y el duelo estaba declarado pero cuando dimos los primeros golpes, la hija de mil contraatacó con un machete similar pero relleno de... ¡arena! Nos dio por la cabeza, por el lomo, por los brazos y todo ante la mirada aprobadora y sádica de quienes serian los padres de semejante monstruo. Corrimos. Ella no hizo lo mismo, se quedo mirándonos con sorna, con desprecio, con victoria.

jueves, 9 de febrero de 2017

Luis Alberto Diamante.

Que es lo que mas nos duele de la muerte de Spinetta?. 
Mas allá de extrañarlo, de saber que jamas volveremos a ver un show como el ultimo de Velez, mas allá de todo eso, tal vez lo que nos dé tanta sea pena intuir que una época esta comenzando a morir. 
Una de próceres, de héroes culturales, de iluminados. 
De artistas que abrieron un camino, que revolvieron almas, apuraron abrazos, consolidaron amores y musicalizaron despedidas. 
Una época donde todo estaba por hacer y lo hicieron bien.
Una época donde las letras transitaban por la poesía o la realidad mas cruda, pero nunca por la boludez. Donde el compromiso era otro, los acordes eran imposibles y la melodías se llevaban nuestros sueños de paseo por un rato. 

Una época que algún día debía terminar.
El dolor no solo esta en la partida de Spinetta, también esta en la partida de una era que vimos brillar como un diamante. Un brillo que se va opacando, que ya no será.
Un época que vimos, testigos privilegiados, como era el nacimiento del rock en la Argentina.
Para los que estuvimos allí, esa época sera nuestro tesoro..
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