Ha dejado de engañarme, no de quererme.
A veces a plena luz no soy ni siquiera una sombra.
Fuimos la deriva, la precariedad de las naves y el naufragio.
Jamás dijimos que llegaríamos lejos, casi sabíamos que este viaje tendría un final no muy lejano. Ningún cartel, señal o aviso podría salvarnos del desastre.
Sin embargo el viaje seguía, ciegos del polvo del camino no nos atrevíamos a refregarnos los ojos. Lo que veíamos era suficiente para vivir, alcanzaba para morir,
La compañía y el silencio en una ruta amarga, mil vueltas, una recta que paso muy rápido y varios caminos que nos hicieron repensar si seguir era lo aconsejable. Pero andabamos sin cautela, sin trabar las puertas , en un solo sendero hacia la noche acodada en la banquina.
Te miraba viajar serena, las manos no te temblaban salvo cuando tenías miedo de la noche, pero entonces estaba yo para imaginarte senderos espaciados de luz, de nubes blancas que guiarian nuestro viaje sin saber que toda nube se vuelve negra alguna vez, como una fruta madura de final mas dulce pero no por eso sin veneno.
Te miraba viajar y te admiraba porque creía en tus habilidades, porque creía en tu serena mirada, porque creer era fácil y me alejaba de la sospecha casi cierta del final de la ruta.
1 comentario:
Que tristes palabras...
pero me gusto tu relato. Creo que esto: 'las manos no te temblaban salvo cuando tenías miedo de la noche, pero entonces estaba yo para imaginarte senderos espaciados de luz'
fue lo que me gusto mas.
Beso,
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