Cholila era una palabra que pocas veces habia escuchado. Empezó a tomar fuerza cuando me encontré con mi amiga Raquel Font en la rural y me comentó que era la secretaria de turismo de..Cholila...! Y eso...donde queda, le pregunté. Unos abrazos y la promesa de ir a visitarla dieron un interesante final a nuestro encuentro. Un viernes de enero nos fuimos para alli, partiendo desde Bariloche y con la esperanza de recorrer un camino nuevo, que tal vez nos sorprenderia. Al mediodia estabamos en El Bolson, alli almorzamos unas ensaladas y pasamos rapidamente. Poco me gusta El Bolson. Luego una ruta deslumbrante nos sacaba de la provincia de Rio Negro y nos ponia al Chubut en la proa de nuestro auto. Sabia que la ruta acompañaria, pero unos 30 km antes de llegar se despediria de nosotros dejando paso a un ripio del cual prefiero no acordarme. Los paisajes iban cambiando. Los pinos se alejaban de la mirada y se acercaban al horizonte. Unas bellas praderas empezaban a sorprender. Cholila estaba cerca. El ripio, frente a nosotros. Unos km mas y llegamos, me dije. No corria, solo me deslizaba escuchando las piedras en el piso del auto. Unas 4x4 nos pasaban como si el Dakar anduviera por la zona. Yo me mantuve tranquilo, el ripio es divertido, pero tambien jodido. Un valle verde, tan verde de furia, comenzaba a insinuarnos lo que veriamos. No se parecia demasiado al paisaje barilochense. Se parecia a una pelicula de cowboys, a un western que facilmente podria haberse filmado por estos parajes. Recorde la historia de Bucht Cassidy, de Sundance Kid y de la amante de ambos Etha, los 3 perseguidos por la agencia de detectives Pinkerton a lo largo de toda America y recalando aqui. Un poco para afanarse algunos bancos, algunas reses, disimular otro poquito mintiendo que eran hacendados honestos y finalmente huir hacia Bolivia donde son muertos los hombres. La amante de ambos se la vio por ultima vez en NY, lo que nos hace creer que era algo mas viva que ellos. La casa que compartieron aun esta alli.
Quedaba poco de ripio. Ahora una ruta muy joven nos permitia entrar al casco urbano. Una avenida doble mano, iluminada y amplia albergaba algunos comercios, un banco y varios terrenos vacios. Esta todo para hacer aqui, pensé. Y asi era. Dimos una vuelta, recorrimos el lago Mosquito, vimos a verdaderos cowboys argentinos y nos encontramos con Raquel para recordar viejos tiempos de estudiantes. Cuando el sol se deshacia entre las nubes, dimos la vuelta. Cholila nos regaló unas ultimas imagenes y dejó un bello recuerdo. Parecido a quien visita a un bebe, lo ve bello, gracioso, y sabe que crecera porque tiene todo para hacerlo. Esta ciudad nueva seguramente pronto sera algo mas, otra joya en medio de la patagonia para seguir descubriendo.
Aqui mas info; http://www.turismocholila.gov.ar/
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