El fuego es una mariposa en el viento.
Una que arde esperanzas y se lleva años de vida. Vuela a través de las copas cayendo en los techos de maderas de las humildes casas de El Hoyo. El fuego cruje, ilumina y nos enciende contradicciones. Esa belleza caliente se llevara las casa, los arboles, las propiedades y algunas lagrimas. Mucho ardió en Chubut. Mucho también se dijo, pero por mas que las palabras sobren, los recursos parecen siempre ser escasos. Grupos de voluntarios con machetes, palas y la cara tiznada, parecen guerreros que vuelven del peor de los conflictos. Los aviones siempre serán pocos y el agua parecerá escasa. Nada alcanza para frenar el vuelo de las mariposas que arden. Chispas arrastradas por el viento que siembras mas miedo. Piñas que explotan y son lanzadas lejos; hasta allí, el borde de tu terreno, o a la entrada de tu casa. Un fuego no siempre es un fuego. A veces puede ser una maldición empezada por un juego de chicos. Tres chicos, dicen, lo iniciaron. Unos padres son sus cómplices. La mente está siempre alerta sobre estas cosas en los bosques del sur. Algo hemos aprendido luego de los incendios del Catedral a finales de los 90. Pero esos padres parecen no haber aprendido nada, nada hubo para transmitir a sus hijos que pudiera evitar esta tragedia.
Ahora la negrura sera el lugar donde pisaran los vecinos. La llama deja una tierra que parece yerma, pero que pronto volverá a demostrar sus latidos, habrá que esperar.
Lo que ya no esta, lo lloraremos, lo que venga siempre sera bienvenido, un paisaje nuevo, un verde con mas fuerza y otra vez la esperanza del bosque que deslumbrara nuestros ojos...
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