martes, 5 de agosto de 2014

El viejo

El viejo Haneck sorprendía por su apellido. Y no porque viviera en el cerrito Runge, en medio de unas ramas casi despobladas de hojas  ni porque cuando la temperatura bajaba a -2 el tipo no tuviera ni un solo temblor. Ni tampoco porque lo iluminaba la luna cada noche y un manto de rocio lo mojaba cada mañana..

Un apellido reconocido en Bariloche y en el desubicado lugar de la miseria era toda una sorpresa  De rasgos surcados por mil tajos del tiempo, sus manos duras con un gesto, nos invitaban a pasar a ...su casa...Unas ramas sostenían apenas un naylon como toda protección.
  Su cama, unas maderas sobre patas de troncos, que cubría con coloridos trapos que ninguna persona podría ver como una frazada. No había paredes, solo cañas y arbolitos para domar el viento. Sus ojos eran vivaces, su cuerpo contraído, sus palabras difíciles de entender. Lo buscábamos porque alguien nos había dicho que el viejo Haneck vivía en ese cerro, en condiciones extremas. Ese día hacia frió y lloviznaba y nosotros bien abrigados, nos avergonzabamos ante un viejo apenas cubierto de ropas que ya no  parecían serlo.
Pero en verdad sobrevivía!.
Y eso nos llamaba la atención  ¿Como vivir allí, como soportar a la intemperie? ¿Como durar...? ¿Para que?
Cada tanto, como emulando la leyenda de Otto Meiling, aquel pionero barilochense, solía bajar caminado al "pueblo" por alimentos. Lo hacía arrastrando algo mas que su bolsa. Mil recuerdos y varios perros lo seguían. 
Pero este hombre jamás fue un pionero ni figurará en los libros de la historia local de Bariloche
¿Y porque el otro si? 
Tal vez porque con mejor suerte tenía una cabaña y era mas pintoresco el mito de que se bañaba con la nieve, tal vez porque en esos años, carentes de leyendas en una ciudad que recién comenzaba,  podría fácilmente convertirse en una.
No fue esta la suerte del viejo Haneck, quien con solo un apellido, descubrió que no alcanzaba. Que la vida lo sorprendió en un destino del cual casi  nunca se vuelve, la de la pobreza, el olvido, el abandono. 
El viejo Haneck, tal vez ya no esté, ya haya muerto y habrá sido olvidado.
Tal vez la historia, como la sociedad, también lo deposite en un costado de la nada. 

Tal vez fue feliz...

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