En algún momento de la
historia antigua los mensajes eran llevados por un mensajero cuyo trabajo era
por demás insalubre. Una mala noticia, por ejemplo la derrota en alguna
batalla, podía ser motivo para terminar con su vida. Se le hacía cargo al
mensajero de las malas noticias y se lo asesinaba. No era por esos años un
trabajo muy deseado. Hoy todos somos mensajeros, mas en estos tiempos
políticos. Y se sigue con esa práctica.
Si llevamos una
noticia que al otro le cuesta creer porque sus cuestiones de fe superan sus
capacidades reflexivas, lo primero que hará el destinatario será negar, y
luego, cuando su duda se hace carne, cuestionar al emisor. Matarlo.
Hoy los medios al instante
nos ponen información que puede ser manipulada, pero si el dato viene en audio
o video, y no transcripto de alguna declaración oral, la cosas se hace difícil
de negar. Y eso es lo que no se soporta. La evidencia directa, cruel y
contundente que pone en riesgo alguna creencia, algún deseo.
Entonces, ante lo
inevitable de rebatir un soporte de video o de audio , la culpa la tienen quien
lo transmite, quien lo carga en un muro, quien se lo hace saber al resto.
Esta acción de matar
al mensajero es una defensa, una negación ante lo que no se puede soportar.
Como consecuencia, el receptor, al negar la noticia, se queda en la ignorancia
y debe afrontar las consecuencias de ella. Podemos negar, matar al cartero,
pero no por eso el hecho desaparecerá, ni sus consecuencias. Ni las
responsabilidades de su negación.
Los medios
electrónicos nos ponen de frente a realidades que no queremos ver, ni podemos
transformar.
No nos queda mas que
enfrentar aquello que parece insoportable.
1 comentario:
Interesante blog, muy bueno
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