martes, 12 de mayo de 2009

La Lagartija...(repost)


El viernes a la noche esta bueno para juntarse con alguna amiga, contar historias, hablar de la vida y creer que el tiempo se mantiene intacto a cualquier recuerdo. Uno pasea por la adolescencia con exclamaciones de…te acordas….! O…eso nunca fue cierto!… y así se va la noche destrozando mitos originados vaya a saber por quien en aquel eterno grupo de amigos. Y si se acoplan a la charlas 3 adolescentes actuales, la cosa puede aun mejorar. Patricia, la dueña de casa, su hijo, su hija Lucia y su amiga Maria Claudia conformaban el grupo que esa noche debatía cuestiones de amor adolescente, insólitas soluciones para curar el alcoholismo y la depresión (adoptar un hijo, era la respuesta), y como incidía la diferencia de edad en el amor entre una chica de 18 y un pibe de 28. Su caducidad y compromiso parecían preocupar a Maria Claudia. Pero también salieron los tatuajes.
Lucia tenia 3 mamuschkas, en el antebrazo. Lindas las figuras parecían hechas con estilo y talento, sus colores agradaban y era para agradecer a Dios que en vez de esas muñecas gorditas no hubiera aparecido la cara de algún asesino serial, tipo Jeffrey Dahmmer cenándose a un homosexual drogado.
Pero no, eran tres simpáticas muñequitas y entonces quise saber, que de hacerse un tatuaje, donde se lo harían. Maria Claudia eligió un hipocampo, según ella, el signo de la fidelidad, lo cual la ponía en la postura de jamás traicionar el símbolo elegido. Mmmm, ¿se podría? Confiada Maria Claudia y mirando para otro lado, afirmaba poder sostener ese compromiso. Lucia defendía sus tres mamuschkas diciendo que ellos eran 3.
Silencio….ellos son 4. Tres hermanos y mama. Entonces, mamá, presente en la mesa y ya algo preocupada, parecía quedar afuera.
Pero Uds. son 4 le digo.
Silencio. Tartamudeo….explicación…..Buenos, nosotros somos 3 hermanos….Mmmm.
Sabiendo que a veces Freud te traiciona, Salí de cuadro preguntándole ahora a la dueña de casa sobre su elección.
Para mi sorpresa, Patricia elevo la temperatura con…una mariposa en una teta.
Le mire el escote por donde dos hermanitas pugnaban por salirse del mismo.
Y si…pensé, ahí podría quedar bien.
¡Mirá la mamá!, terminó siendo la mas arriesgada de todas.
Cuando le llego el turno al hijo varón, el que entraba y salía de la conversación, puso su cuota de seriedad afirmando…No, a mi no me gustan los tatuajes….
Ah, un tipo serio, de anteojos, con pinta de nerd…y sí, el pibe no esta en esas boludeces….hasta que de pronto interrumpió mis cavilaciones con un terminante….
-A mi me gustan los piercing….Y ahí nomás levanto la pierna donde varios clavos le daban forma a una estrella…. Plop!
Ahhh…y no duele…le pregunté.
Parece que no porque el pibe también tiene otro en la nuca. Ah, pero eso si, que quede claro, los tatuajes no le gustan…
También hablamos del tribal que algunas se hacen en la espalda, bien abajo, donde comienza la raya y su significado. Patricia no sabía que dicen que las que lo eligen lo hacen como un mensaje secreto dicho a voces, algo así como: a mi…por colectora esta todo bien, no solo autopista. ¿Será?
Y entonces recordé que alguna vez yo me hubiera hecho una lagartija.
Sí, ya sé, la tiene todo el mundo, pero hagan la prueba…pregunten porque se la hicieron y les aseguro que nadie sabrá porque fue.

Entonces una historia vino a mí.
Hace algunos años me habían contratado para hacer un documental sobre las ruinas jesuíticas de Santa Maria, en Misiones. Allí, también había un cementerio donde por las noches algunos furtivos profanadores abrían las tapas de los ataúdes de los niños para robarles el último huesito del dedo. Según los lugareños, lo hacían para tallar allí la imagen de San La Muerte, patrón de la vida y con eso colgado al cuello se animaban a enfrentar cualquier cosa, desde un asalto a mano armada ( en cualquiera de los dos bandos), hasta una guerra como la de Malvinas. Era increíble ver todos los ataúdes abiertos, las tapas lejos, los cuerpos ya ausentes. Y por las noches, los ruidos que de allí venían. Pero eso será otra historia.
El asunto es que una tarde mientras esperaba una puesta de cámara me senté entre unas piedras y trate de escuchar. La selva, sus animales, el vaivén de lo árboles… el pasto crecer…. (?)… (Esto ultimo, imposible, ya lo sé).
Estaba en eso cuando al poco tiempo empecé a ser visitado por uno, dos, después tres y al rato docenas de lagartijas pequeñas que cada vez tomaban más coraje y se acercaban confiadamente. Las miraba y de pronto recordé la cualidad defensiva de estos bichos. Ya sabemos que son capaces de dejar sus colas si esta se aprisiona entre dos piedras, o si es sujeta por algún depredador, no hacen mas que soltarla.
Así continúan su carrera, así salvan su vida.
Y entonces imaginé cuantas veces hacemos esto en la vida.

Tener que dejar algo muy querido, una amor…un trabajo, una casa, un país.

Algo tan doloroso como para la lagartija dejar la cola.

Y todo por seguir avanzando, por seguir corriendo en la carrera interminable de la vida. Y como a ellas, que luego la cola les vuelve a crecer, a nosotros aquel amor perdido vuelve en otra forma, aquel amigo, aquel trabajo, volvemos a recuperarlo si supimos desprendernos a tiempo y no detener nuestra carrera.

Esas cosas tan dolorosas, que creemos que perdimos para siempre, finalmente, como la cola de la lagartija, se recuperan.
Por eso tal vez, algún día, una lagartija seria el tatuaje que elegiría.
Una que no se detenga y que siempre siga corriendo.

1 comentario:

eMe dijo...

Me encantan las lagartijas y si no me dibujé ninguna (aún) fue porque no encontré un diseño que me gustara.

Conocía el dato de la cola, sobre todo porque me he despertado con la cola de alguna pobre que intentó escapar de mis gatos, en LA CAMA!!!

Saludos!!!

(la cola y más allá, la pobre lagartija :(