martes, 11 de septiembre de 2012

Intentar morir


Hoy cualquier gil se tira al río.
Antes, cuando éramos chicos nos asomábamos a la baranda de la Costanera y mirábamos el agua lóbrega con miedo. Un miedo como ancestral, de toda nuestra corta vida que nos hacia dar un paso atrás. La oscuridad de esas aguas misteriosas de profundidad desconocida nos hacia respetar la distancia.
Hoy un imbécil ya no teme y se tira al río a recuperar una zapatilla que se le escapó.
Y jamás la recupera, porque al poco tiempo su cuerpo se pierde y lo encuentran en un desagüe cercano, bien muerto. Un nado sincronizado hacia la profundidad barrosa del último suspiro.

Hoy cualquier gil se mete en un túnel.
Sin temerle a la oscuridad, a las ratas, a las millones de cucarachas que estarán esperando por él. Nada lo detiene, ni la voz adormecida de su madre ni el pronóstico del tiempo que no tuvo la ocurrencia de mirar.
Un redondo y oloroso túnel es la negra boca de la ansiedad temeraria.
Un paso tras otro baja la escalera. Allí abajo la ciudad calla y el cielo enmudece los truenos del anuncio de lo que vendrá. Iluminado apenas por una linterna espera cruzarse en algún recodo con la gloria, el reconocimiento, la admiración de otros cobardes que no se animan, o tal vez que no se les ocurre locura parecida.
Son 3, los 3 mosqueteros, los 3 chiflados, los 3 imbéciles.
Serán 6 los padres dolientes.
Un ronronear cercano presagia nuevas emociones. No sienten miedo, son demasiados idiotas para eso. Es un ronronear que amenaza, que adormece, que ahoga.
Que los pierde en huecos desconocidos de un túnel ahora tapado de agua. La respiración no sirve, recordar una vida como en una película es mentira.
Algunos días mas tarde todos están muertos, sucios, húmedos para siempre, impecables solo en una foto vieja.

Hoy cualquiera enchula su carro.
Los divinos noctámbulos con autos tuneados, fracasados de mujeres verdaderas y exitosos con las drogas toman la Av. H. Yrigoyen a una velocidad que solo testea el reloj especial que compraron en una guarida de Warnes.
Bien grande, bien fluo, colocado cerca de la ventanilla para que se vea fácil. Credencial de arrojo, de valentía tóxica, de cagazo a enfrentar la vida por otros medios.
El auto es una flecha lanzada contra otra flecha.
Hace mucho si nuestro papá levantaba el auto a una velocidad mayor a nuestro coraje infantil, le pedíamos que aflojara.
-Mas despacio, pá. Le decíamos.
Y aflojaba, pero también aflojaban otros, la muerte entre un montón de hierros retorcidos no era expectativa de nadie. Tal vez algún salvaje borracho o algún loco. Muy pocos podían aparecer en las tapas policiales de la vieja revista "Así" en blanco y marrón.
Hoy cualquier pendejo se lanza contra una pared.
Contra vos, contra mí. En el mejor de los casos será contra otro asesino gestado en la barra de algún boliche, y en el peor, en algún pobre tipo que va a trabajar en un deprimente domingo por la mañana
Solo para parecer un poco más valiente, rogando un poco de atención, implorando ser tenido en cuenta. Tal vez un rojo titular de Crónica sirva para hacerlo trascender.

Hoy cualquiera desafía, y cualquiera acepta.
De chico, nuevamente..
Ayer:
-A que no te tomas una botella de cerveza sin parar.
-A que no, si lo hago me puedo morir, coma alcohólico creo que se llama, me lo dijo mi papá.
Hoy:
-A que la tomo sin parar, a que me hago un Absolut de un saque.
-A que no....dale cagón.
Lo hace, se le nubla la vista, se marea, se olvida de todo, se cae, se muere.

Entonces, cuando ya nada queda por probar, cuando ninguna locura alcanza para tapar ese grito desgarrado de querer figurar en una sociedad amarga y egoísta, en un mundo donde para existir tenés que tratar de morir todo el tiempo… ¿será acaso que se acabó el instinto de supervivencia?..... (JPMelizza dixit)
¿Será que alguien pueda contestar porqué en este nuevo mundo la gente busca cada vez con mas habilidad morirse?
Y lo que es peor, llevarse a otro en ese cruel intento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Un nado sincronizado hacia la profundidad barrosa del último suspiro"

buena poesia