jueves, 2 de marzo de 2017

El servi-periodista

El tipo llegaba cada día en un auto diferente. Un día en un BMW blanco, otro día en una 4x4 gris y otro día en uno mas pequeño que no recuerdo. Siempre acompañado de su productor, un pibe sacrificado, diligente y de hablar en voz baja y seguramente acostumbrado a recibir golpes de todo tipo. Que por supuesto no eran para él. En ese estudio de televisión editábamos un programa de cable que luego salía por una vieja señal de América que ya no existe. En uno sus sets hacían sus primeras guarradas y actos de soberbia un enano insoportable e inseguro, que años después protagonizaría un tiroteo dentro de su casa, en un barrio de italianos que se creen chetos de San Isidro. A veces nos corríamos a su estudio a ver lo que hacía y luego de cada bloque nos abordaba con un “¿Salió bien...Que les parece?”... 
Yo me moría por decirle que su novedosa manera de comunicarse con la gente se deslizaba en la cornisa del mal gusto y la hijaputez. Pero me callaba. En algún punto su programa me divertía. 
Siempre editábamos de noche. Al ser el director estaba en todas. Hacia los exteriores, viajaba con el equipo, escribía los copetes, dirigía al conductor-actor y por las noches hacia el armado del programa junto al editor de ese estudio. Pagábamos por hora el servicio de edición…y no era barato. Compaginábamos en Media 100. Lo mas de lo mas para la época.
Pero cuando llegaban las 23 hs, ya sabíamos que empezarían los problemas. A esa hora el personaje de los varios autos y su productor llegaban apurados para editar algunos minutos de un programa periodístico de mierda que saldría después de la medianoche. Y venían sin reservas. O sea, venían cuando querían y además, exigían al estudio una isla de edición “ya mismo”. No sé si por la clase de abusador que era, si por su imagen de millonario o por temor, el estudio no sabía decirle que no y por supuesto siempre entrabamos en conflicto. A pesar de tener las horas de edición reservadas, indefectiblemente venia el dueño a pedirnos que por favor le dejáramos la isla de edición al sujeto en cuestión…
Una vez accedimos porque creímos que sería la única. Pero no. Otras noches volvía con el mismo cuento…y nosotros empezamos a presentar batalla. Primero con el pobre pibe de su producción, acostumbrado a atajar las balas, ya que intentaba convencernos sin perder la calma, pero en su mirada sabíamos que no estaba de acuerdo en nada con su jefe. Y luego con el dueño, al cual le preguntábamos ¿qué onda con ese imbécil? Finalmente Marcela, mi productora, mas ohmmmm…que yo, cedía tan solo para que no termináramos rompiéndole la cara al periodista en cuestión-.
Pero cómo un tipo con un simple programa de cable podía hacer ostentación con tantos autos…de tanto poder…donde mas trabajaría?...De donde sacaría la plata…porque tampoco era una personalidad tan reconocida
En los pasillos del estudio empezó serpentear un rumor cada vez mas escandaloso…”Sabes que pasa, me dijeron, es tipo es servicio…”
“Ah…y qué, yo lo cago a trompadas igual…” les contestaba. 
Nunca lo vimos de cerca, siempre se escondió, jamás dio la cara, nunca vino el a pedirnos algo. Nos parecía un personaje huidizo y rastrero. Siempre enviaba a su productor. Luego veíamos su programa editado y decíamos…¿y para esto tanto kilombo?. Lo único bueno era que a veces cuando atendía el teléfono para hablar con los telespectadores, lo reputeaban. Y nos encantaba. Cuando se despedía, lo veíamos salir como una laucha directo a su BMW, a su 4x4 o a su presente corruptible.
Hoy maltrata estudiantes que toman escuelas, se sienta a la mesa con fantino, y sorprendentemente nadie aun lo cago a trompadas. 
Que mejor final para esa clase de tipos.

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