martes, 3 de febrero de 2009

El Loco Daniel



GBA, un asalto a un blindado deja muertos para siempre a un guardia y a un policía.
La banda logra llevarse un dinero no precisado luego de abrir el camión como una lata. Están bien armados, FAL 7,62, granadas MKII, Berretas F92 y chalecos para todos.
Logran escapar en diferentes direcciones, ya habrá tiempo de hacer la repartija.
El loco Daniel es uno de ellos, no supera los 30 años. Golpeado por su padre, sus amigos y la vida, tuvo una infancia alejada de cualquier parecido a una familia. Su familia adoptiva estaba en la calle y su educación ocurrió lejos de las aulas de algún colegio de la provincia de Buenos Aires.
A pesar de eso había logrado un futuro y un nombre. Un pistolero aficionado a los camiones y una locura que no dejaba dudas.
El loco Daniel ya era una marca en el mundo del hampa.
Daniel, sin saber lo que era, había formado una familia. Esto no sería mas adelante un buen recuerdo. Los buenos recuerdos estaban cuando los buscaba en días pasados, donde la maldad era lo que mejor sabia demostrar. Recuerdos felices de kioscos reventados a tiros y pobres viejas quebradas a fuerza de culatazos y patadas. No había hecho mucha guita, no tenía un buen auto, aunque solía a veces vérselo con alguno recién robado. No tenía una casa bonita como sí la tenían otros ladrones de caudales. El era una mezcla indomable de chorro de cabotaje con aspirante al “Gordo Valor” o "La Garza Sosa". Pero aun no le daba, aun no sabia de que lado estaba, aun quería robarse una zapatillas con resorte por Vicente López, aunque el gusto por los blindados comenzaba a incendiarle la cabeza. Este cambio en su accionar delictivo no lo refinaba para nada. La naturaleza era mas fuerte y entonces seguía con esa tendencia de punga de colectivo y de empastillado perdido. Ni imaginaba que para hacer una carrera en serio debería dejas las pastas y las zapatillas con resorte. El loco lo quería todo.
Había formado una familia o algo parecido a eso, mujer y dos pequeños hijos. Cómo llegó a esos 3 ambientes en Fuerte Apache no es algo muy claro. Ni como se enamoraron de él tampoco. Hasta para el amor hay que tener códigos y Daniel no los tenia para nada, ni para darte dos tiritos por la espalda, como si fuera una bromita, ni para serle fiel a su mujer. Y menos cuidar sus hijos.
Sus contactos policiales no estaban del todo probados. Pero se le conocía una habilidad especial para durar muy poco en la cárcel. Tal vez no había pruebas, los kioscos no hacían la denuncia o las viejas apaleadas convenientemente se morían sin declarar. Suerte...eso tenia, porque habilidades, casi nada.
Los delincuentes de hoy son casi analfabetos...comentaba el juez Mareque. La falta de alimentación en la infancia los vuelve algo estupidos, y el Daniel este no debe ser la excepción, sostenía.
El operativo en progreso ardía sobre el escritorio del juez. Dos comisarios rodeaban al fiscal y lo llenaban de preguntas, Querían saber si alguno del juzgado iría con ellos a través de esos pasillos meados del Fuerte. Podía parecer una amenaza que el fiscal los acompañara, pero no, tal vez solo habría que ser mas cauteloso a la hora de disparar. O tal vez cada uno de los disparos quedaría justificado. Por fin vería ese fiscalito lo que es entrar en la panza de ese infierno.
Pronto todo estuvo listo.
Esa tarde el loco había dejado a su mujer e hijos solos en la casa y se las había picado hasta lo de la Rosa. Una linda paraguaya de buenas tetas que solía moverle el culo por $60. A veces, conociendo quien era Daniel, no le cobraba. Lo consideraba un VIP en su cuerpo. Hasta se permitía algún orgasmo desmesurado, como para hacerle creer lo bueno que era...Nunca hubo una promesa de Daniel. Nunca una palabra de amor o de cariño. Apenas un grito y su extraña manera de acabar gritando el nombre de quien después Rosa sabría que era su madre. El mismo nombre que la final de su vida lo acompañaría.
Daniel se iba satisfecho, jamás le había pegado y entonces Rosa también estaba satisfecha.
No lejos de ahí…
El fiscal y los dos comisarios le daban la última vuelta al asunto. Un buchón pago, de los que ya no se usan, les había delatado hasta el último pendejo de la concha de Rosa, los horarios, los gustos, las tarifas… y los clientes. Y solo había que esperar, escondidos en el Fiat 1500 del sargento Ortiz. Ortiz se moría de ganas, esto de hacer vigilancia frente a una trola lo calentaba, aunque mas lo excitaba tenerlo al loco a 15 metros de distancia. Suficiente para acertarle en el medio del pecho. O en el medio de los ojos, ya vería después donde. No podía olvidar que uno de los muertos en el último asalto, el policía, era su hermano. Detalle que en el juzgado no conocían, hay tantos Ortiz por ahí. De haberlo sabido seguramente ahora estaría mangueando facturas y no esperando a ese hijo de puta.
La tarde caía y Ortiz lo vio entrar. Daniel caminaba rápido, flaco, y con una campera abultada entro urgente hacia los brazos de Rosa. Dos prip! del Nextel alertaron a todo un equipo de la policía bonaerense. Daniel había entrado a ponerla. Y pronto lo pondrían a el.
Una hora después Ortiz encendió el 1500. Daniel se iba. Algún humito de aros flojos lo impulsaron hacia el Fiat 147 Brío del loco. Lento, como para que no se entere, lo fue siguiendo...
Mientras, un subcomisario y un sargento femenino tocan la puerta del departamento del loco en Fuerte Apache. Su mujer sale dispuesta a echar a patadas a quienes cree dos evangelistas. Menuda sorpresa cuando una hendija de la puerta se transforma en un enorme hueco por el empujón de la mina policía. Entran. Calmos. Hay dos chicos adentro.
Sientan a la mujer en un sofá y a los chicos en el cuarto y esperan...eso deben hacer, esperar.
En un puesto policial caminero, a 12 cuadras de allí, están reunidos el fiscal y el secretario del juzgado. Están hace 8 horas, ya han cenado unas pizzas y ambos funcionarios prefieren no saber como las consiguió la policía. Esperan que por fin alguien les diga que encontraron al loco. La espera ha sido larga, el fiscal Llorente es muy joven, casi sin experiencia; el secretario el juez tiene 25 años de carrera. Lo mira con candidez. Han debido de esperar sentados en sillas rotas, con baños sucios y una pizza tal vez mangueada.
Un prip!, los alerta. El loco Daniel se acerca a su casa.
En el 1500 Ortiz se relame. Estaciona detrás del loco y camina escondido las 3 cuadras desde donde dejo el auto hasta su casa. Su mano roza la Browning, espera no ser detectado por el loco quien tan satisfecho por el polvo, parece no darse cuenta de nada. Ortiz no esta solo, cerca del edificio hay por lo menos 15 ratis mas. Tal vez no tan enardecidos como él, pero están calientes. Quedan pocos metros...el loco sube la escalera, los policías se detienen, parecen vecinos; se miran entre ellos y toman de una botella de cerveza que realmente tiene una Quilmes. ¿Si nos vamos a disfrazar lo vamos a hacer bien, no?, les dice Ortiz, dándole un sorbo a la botella.
El loco esta frente a su puerta, el resto de los ratis en la calle, pronto lo verán salir y entonces todo sucederá...
Dos golpes a la puerta y el loco se huele las manos, no quiere llegar con el aroma de otra mujer a su casa. Todo esta bien y entonces la puerta se abre y el subcomisario Rocha le dice...Bienvenido, loco.
El loco se transforma...da un paso hacia atrás, su cara se desfigura y su mano va rápido al bolsillo de su campera. Una MKII de fabricación española hace su aparición. No piensa, no razona, la arroja adentro de su casa, donde no solo hay dos policías, sino también su mujer y sus dos hijas.
La mujer policía se tira sobre los chicos, el comisario, sobre la mujer...segundos atroces y nada pasa, no explota; tiempo suficiente para que el loco se pierda por las escaleras. El criminal, mal alimentado en la niñez, casi un burro de analfabeto, parece no imaginar lo que le espera abajo.
El fiscal y el juez se suben a un Corsa gris y salen para la casa del loco. No falta mucho, el aviso acaba de llegar, ya casi están, quieren ver el final, quieren agarrar al loco.
La calle es un infierno de luces trazantes de armas de todo tipo. Al llegar a la mitad de la calle el loco ya tiene una arma en la mano y dispara los casi 13 tiros en 4 segundos, hacia cualquier lado, hacia la oscuridad, hacia las casas. Otra granada sale del bolsillo de la campera, los polis se paralizan, no la ven pero la intuyen. La MKII vuela y no explota. Saca otra Browning, alquilada, de números limados y dispara 12 tiros mas. El loco ya tiene 3 tiros en el cuerpo que salieron de un vieja UZI, luego dos mas vomitados de una Bersa, las sirenas ayudan a la locura, el olor del pólvora ahoga, el miedo invade a los vecinos, otros lo gozan, Ortiz por ejemplo.
El chirrido del Corsa a 100 metros deja que bajen los judiciales. No alcanzan a verlo caer al loco con 12 tiros en el pecho y algunos en la espalda, 3 en la piernas y uno, desde 15 metros perfectamente acertado en la línea de los ojos. Casi no sangra. Tal vez ya estaba muerto, parado, cuando Ortiz cumplió su deseo.
El cuerpo del loco es un muñequito frágil. Es un río de sangre, es una vida analfabeta de un chico mal alimentado, es un beso de Rosa, es el olor de su flujo, es la traición a sus hijas, es esa granada que no explotó, es el nombre de su madre entre los dientes rotos por una bala, pronto será una pintada en la pared.
Es otro tipo mas, muerto.
Absolutamente muerto.




Tambien en: http://www.barinoticias.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=15736&Itemid=2

Y en : http://www.puentesamarillos.com/





9 comentarios:

Nina Noriega dijo...

Porque no incursionas en la novela policial? veo que tenés muy buena pasta y es un género que no tiene muchos escritores. Eso sumado a tus conocimientos de video podes armar un perfecto corto o emprendimientos a más escala

Anónimo dijo...

muy buen pincelazo de la cruda realidad abrazo
Carlos

Anónimo dijo...

Esta terrible el relato, lo voy a pasar a todos los que pueda. Tenes que armar un libro.

che la familia Pascuchelli te invita a una cena en su domicilio para que compartas todas tus excelentes cualidades sociales. viernes 21 hs podras?

Nico

Patricia "La Gata Flora" dijo...

No pude dejar de leerlo hasta el final. Escalofriante. Excelente.
Y una vez más se me presentó esa dualidad en mi interior: por un lado tomar conciencia de una realidad y pensar que hay mucha gente que no tiene demasiada opción, ya que así se criaron y así vivieron. ¿Cómo pensás que van a vivir las dos hijitas de El loco Daniel?
Pienso en la suerte que les tocó a esas personas y me siento mal. Y me dan ganas de hacer algo para ayudarlas.
Pero por otro lado, viene Esteban (amigo de mi hijo) y me dice que le robaron el celu a la tarde, volviendo del trabajo, con total impunidad y a punta de pistola y me hierve la sangre.
Y a veces, cuando estoy medio rayada y escucho que bajaron de un tiro a uno de estos tipos, pienso que es uno menos que jode. Bruto lo mío, pero creo que no soy la única.
Obviamente bajar a alguien de un tiro no es la solución, pero ¿quién tiene los pensamientos tan libres de pecado como para juzgar a Ortiz?

Anónimo dijo...

muy bueno fabi!! como siempre, crudo y envolvente, consiso y escalofriante!!!

me encanto, diana

Anónimo dijo...

La dualidad de la que habla Patricia queda perfectamente plasmada en el relato. La doble situacion de víctima y victimario de los delincuentes nos pone a todos en una situación muy incómoda en la que forzosamente tenemos que participar.

Sórdida narración.
Para pensar.

Un beso
Despeinada

Ana dijo...

Puf, mis respetos
Te beso

Anónimo dijo...

Recien hoy lo pude leer, es un relato atrapante, el detras de las camaras del noticiero que vemos a diario, que solo reflejan noticias policiales, como si en el país no pasara otra cosa.
Las descripciones te llevan a ver las imagenes como si estuvieras viendo una peli, hay que ver que peli ve cada uno.Besos
Kela
www.labarcaradio.blogspot.com

Laura dijo...

Fabi! Que bueno que sos para contar cosas!

Beso emormeeeeee

Extraño tus mails!

Tu compañerita