martes, 28 de agosto de 2018

Felicidad obligada



A veces me gusta la tristeza. Sentirme débil, vulnerable, recordar aquellos momentos donde era feliz sin presiones de la sociedad.
La vida es eso, las dos caras, los dos polos...felicidad+infelicidad.

La sociedad moderna y el auge de gurúes hace que la felicidad sea una meta obligada de alcanzar. Un estado al que se llega porque si y no por las cosas que hemos vivido.
Esa felicidad hace que dejemos las tristezas de lado...no llores te dicen de chiquito. No estés triste, te dicen de grande.
Y así negamos la vida, la vida perfecta, aquella que se nutre de risas pero también de lágrimas.
Tienes que ser feliz...cualquier chantapufi disfrazado de gurú lo sostiene, los medios lo replican, te llega a vos y vos, algo adormecido, no alcanzas a despabilarte. 

Y te lo crees.
Parecería que solo hay que experimentar sensaciones positivas.
Entonces ante ese mandato reprimimos nuestras penas, no podemos mostrarnos así, reprimimos bien lejos nuestras tristezas. 
Porque si te ven triste posiblemente no te traten bien. 
En cambio a un ser feliz es difícil maltratarlo.
Entonces fingen...
Evadir la tristeza aceptando el mandato social de esta modernidad berreta, puede traernos importantes daños. Reprimir la tristeza es como una bombucha de carnaval a la que no sabemos cuándo cerrarle la canilla. 
Y un día explota mojándonos y mojando a otros. 
Soy feliz
 en la medida que pueda lograrlo...
Y si no lo logro, amare mi tristeza, como una lección de supervivencia

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