martes, 13 de noviembre de 2007

Convivencia




Convivir en Caecopaz era fácil. Más allá de las demandas físicas del curso, el trato militar siempre fue bueno y jamás se confundieron con nosotros. Juntos éramos un desastre. No le dábamos bola a las órdenes de hacer una fila - siempre salía otra cosa- y al numerarnos nos salía una letra. Terribles. Al menos respetábamos los horarios. Aunque lejos estábamos de la disciplina militar. El personal era increíble, muy diferentes a aquellos de los ´70 y no todos eran de ejército. Un Principal del GEOF, (el swat de la Federal) un par de Suboficiales Mayores de la infantería de marina, completaban el casting. Pero por el predio podíamos conversar con oficiales franceses, brasileños, norteamericanos e irlandeses. Una Babel militar en Campo de Mayo. Mis compañeros eran especiales. Y cada nacionalidad dejaba bien develada su personalidad. Hablar con venezolanos y colombianos era de una musicalidad absoluta. Las chicas nos remitían inmediatamente a Catherine Fulop. Las brasileñas no quedaban atrás y entre ellas estaba tal vez la mujer mas linda de Brasil. La serenidad de los ecuatorianos, las bromas argentinas, la seriedad chilena, se hacían notar. Algunos se adueñaron de algunas palabras como boludo, pelotudo y kilombo. Además de explicar los significados hubo que aclarar las varias interpretaciones de “hijo de puta”. Por las dudas, para evitar confusiones.
Jamás olvidare esas charlas. Varios de ellos tenían el teléfono pinchado. Recibían amenazas, y habían sido apretados. Algunos llamaban todos los días a sus casas para saber de sus familias. En Colombia los narcos le marcan la senda a algunos diarios. Y a los que no, viven con miedo. Chávez, en Venezuela, siempre es el peligro para sus fuentes de trabajo.
Un mediodía, no se porqué, surgió el tema de los limites territoriales. Bolivianos, peruanos, paraguayos y yo, (suerte que no habia un chileno en ese momento, hubieramos estado todos) comenzamos a debatir. Todos parecíamos tener acusaciones y hurtos. Cuando la cosa cambio de tonalidad les pedí cambiar de tema. Nos reímos y rápidamente volvimos a la normalidad. Así eran todos. Sin resentimientos, sin deudas, solo estábamos allí por un curso que le diera un valor mas a nuestro trabajo.
Sus realidades sorprendían, las nuestras les parecían similares. Solo la excesiva violencia de algunos de sus países nos diferenciaba. Pero la vivían con tanta naturalidad que nos quedábamos mirándolos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vine porque estaba seguro de que habría mas relatos para disfrutar y fotos para chusmear!
Un abrazo grandote.