martes, 25 de junio de 2013

Jorge Luis Borges y su stand up

Desde que empezó a quedarse ciego, dejaron de gustarle los disfraces. Lo confundían aún más y lo enojaban. Cuenta su gran amiga Silvina Ocampo que una tarde, en casa de Victoria, ella y Nora Langhe, disfrazadas las dos, sorprendieron a Georgie paseando por los jardines, y lo asustaron. Borges se molestó, refunfuñó algo en voz baja, y siguió caminando solo hasta que se chocó con un árbol, y allí, palpando la corteza con sus manos, le dijo con la cara contra el tronco: 
-- ¿Vos también te disfrazaste? 

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Amó tanto Buenos Aires, que reconoció haber ido por el mundo diciéndole a todo el mundo que Buenos Aires era una ciudad horrible. 
Temí que se llenara de turistas. La quería sólo para mi. 

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Ésta la contaba Marco Denevi: “un amigo mío conducía del brazo por la calle a un Borges ya ciego, y a su pedido, le lee lo que dice un afiche con consignas nacionalistas: “Dios, familia y propiedad”. Borges entonces murmura: “Caramba, que tres incomodidades”. 


Su buen amigo de juventud -cofundador con él del “ultraísmo argentino”-, Guillermo de Torre, con los años, se convirtió en su cuñado. Luego el tiempo los fue distanciando, y la relación entre los dos se enfrió cada vez más. Después de Torre quedó sordo. Desde entonces, cuando le preguntaban a Borges cómo se llevaba con su cuñado, él enseguida respondía: “muy bien: yo no lo veo y él no me oye”. 

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Borges firma ejemplares en una librería del Centro. Un joven se  acerca con Ficciones y le dice: "Maestro, usted es inmortal".  Borges le contesta: "Vamos, hombre. No hay por qué ser tan pesimista". 

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Roma, 1981. Conferencia de prensa en un hotel de la Via Veneto.  Además de periodistas, están presentes Bernardo Bertolucci y  Franco María Ricci. Borges, inspirado, destila ingenio. Llega la  última pregunta. "¿A qué atribuye que todavía no le hayan  otorgado el Premio Nobel de Literatura?" 
- "A la sabiduría sueca". 

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En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en 
aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente 
probó con algo que le pareció más provocativo: "¿En su país 
todavía hay caníbales?" 
- "Ya no - contestó aquél -, nos los comimos a todos." 

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Pero el anecdotario borgeano -el más rico y variado de cuantas  personalidades uno recuerde- está también hecho de observaciones,  ocurrencias y comentarios de singular agudeza. En ese 
temperamento, el escritor no rehuía incluso el tener que vérselas con  temas difíciles: en plena Guerra de las Malvinas, opinó que "la  Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine" y  que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar". 

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Propuesta. Cuenta Héctor Yanover que durante una reunión de la  SADE sobre la situación de la literatura argentina, Córdoba  Iturburu, que la presidía, inquirió a los gritos: "¿Y qué vamos a 
hacer por nuestros jóvenes poetas?" Desde el fondo llegó otro grito, éste  de Borges: "¡Disuadirlos!" 

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En la pausa de un acto cultural, el novelista Oscar Hermes  Villordo acompañó a Borges al baño, situado en un primer piso  al que se llegaba por una empinada escalera de madera. Cuando 
volvían, Villordo notó que Borges descendía los escalones demasiado  rápido y, temiendo lo peor, le preguntó:"¿No deberíamos ir más  despacio?" "Pero no soy yo - aclaró Borges -, es Newton." 

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Borges charla con Antonio Carrizo, en un bar. Por la radio del  local se anuncia un tango con letra de León Benarós, amigo de  Borges. El locutor propone escucharlo y el escritor acepta. 
Cuando el tango termina, Carrizo le pregunta qué le pareció. Borges  mueve la cabeza y dictamina, muy preocupado: "Esto le pasa a Benarós  por juntarse con peronistas". 

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El poeta Eduardo González Lanuza, uno de los introductores del  ultraísmo en la Argentina y gran amigo de Borges, descubre a  éste en Florida y Corrientes, solo, con su bastón, esperando para  poder cruzar. Lo toca y le dice: "Borges, soy González Lanuza".  El vuelve la cabeza y, después de unos segundos, contesta: "Es probable". 

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En Maipú y Tucumán, un grupo de adictos a Isabel Perón descubre  a Borges y lo sigue unos metros, insultándolo. Al ingresar en  su casa, un periodista le pregunta cómo se siente. "Medio 
desorientado - manifiesta -. Se me acercó una mujer vociferando:  ¡Inculto! ¡Ignorante! " +

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Un joven poeta se acerca a Borges en la calle. Deja en manos  del escritor su primer libro.Borges agradece y le pregunta cuál  es el título. "Con la patria adentro", responde el joven. -"Pero qué 
incomodidad, amigo, qué incomodidad". 

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El escritor argentino Héctor Bianciotti recuerda una de las  tantas salidas elegantes de Borges, cuando le incomodaban los  halagos de la gente: Ocurre en París, en un estudio de televisión. 
-"¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores  del siglo?", lo interrogan.  -"Es que este", evalúa Borges, "ha sido un siglo muy mediocre". 

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Una mañana de octubre de 1967, Borges está al frente de su  clase de literatura inglesa. Un estudiante entra y lo interrumpe  para anunciar la muerte del Che Guevara y la inmediata suspensión de  las clases para rendirle un homenaje . Borges contesta que el  homenaje seguramente puede esperar. Clima tenso. El estudiante  insiste: "Tiene que ser ahora y usted se va". Borges no se resigna y  grita: "No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del  escritorio". El estudiante amenaza con cortar la luz. "He tomado la  precaución", retruca Borges, "de ser ciego esperando este momento". 

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A principios de la década de los setenta, el escritor y  psicoanalista Germán García invita a la Argentina a Daniel Sibony,  matemático y psicoanalista francés. Sibony quiere conocer a Borges.  Al encontrarse, el francés le pregunta en qué idioma desea hablar.  "Hablemos en francés", propone Borges, y justifica: "Dicen que  la lengua francesa es tan perfecta que no necesita escritores. A  la inversa, dicen que el castellano es una lengua que se desespera 
de su propia debilidad y necesita producir cada tanto un Góngora, un  Quevedo, un Cervantes". 

En 1975, a los 99 años, muere Leonor Acevedo de Borges, madre  del escritor. En el velorio, una mujer da el pésame a Borges y  comenta: "Peeero... pobre Leonorcita, morirse tan poquito antes  de cumplir los 100 años. Si hubiera esperado un poquito más...".  Borges le dice: "Veo, señora, que es usted devota del sistema decimal". 

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