Tarde por las noches se acallan las voces. Idiomas extraños ya casi no resuenan por sus calles. Colores importados desaparecen para dar paso a otras telas oscuras y gastadas. El frío se empecina en hacerle un tajo a la cara roja de tanto aguantar. Los pies fríos deben doler al pisar.
Otras son las fotos en la noche, otras son las postales. Cuando las Columbia, las K2, las Montagne descansan en sus placares, viejas telas de mil temporadas y que nada saben de modas, relucen en cuerpos gastados y corvos por la frustración y el frío. Los que esquían duermen, mañana será otro día de cerro. Los que pasean estarán perdiendo dinero en algún paño verde o clavándose una artesanal y cara cerveza ignota, pero glamorosa, en algún bar de irlandesas pretensiones.
Mientras, los rostros rojos hurgan. Sus manos desnudas, desnudan otra realidad. Las negras bolsas sucumben a sus dedos que como garras toman lo que puedan llevarse a la boca, o vender a cualquier precio.
El paseo nocturno me transporta a otras geografías. Creía que eso solo pasaba en Buenos Aires.
Tal vez el brillo alegre de los chocolates de 60 pesos por kilo nos haya hecho mirar para otro lado.
Para qué mirar a la calle esta noche. Hace frió.
Estando caliente al lado de esta chimenea, para qué.
5 comentarios:
Ese otro Bariloche del que hablás, ese Bariloche descarnado que tiene rostros múltiples, es acaso el Bariloche de mis relatos, que tienen como habituales lectores personas que saltan las notas de color y se adentran, en una complicidad que alienta, en la esencia de la ciudad turtística: la desidia, la retiración del Estado y sus responsabilidades, la hipocresía caníbal del maquillaje y la destrucción de la historia de las poblaciones más sufridas, la imbecilidad de los dirigentes locales que, con el visto bueno de una prensa por lo común indulgente, hablan de Bariloche como si fuera una preciosa aldea europea, y tal vez lo sea en los ojos calmos del turista, que la disfruta, se deja estafar por comerciantes fenicios, y paga multas por estacionar su auto en una ciudad donde estacionar está prohibido en todas partes, y apenas te lo dicen. Pero los que caminamos esas calles, y soy de los que andan con los zapatos rotos, la pierna hinchada y los labios cortajeados por el viento frío, los que la caminamos todo el año a la ciudad, vemos otra cosa, y nos embarga esa soledad que encuentra cierta melancólica dulzura en tus palabras, cierta declaración e silencio...
Esos rostros somos aquellos que por diversas razones no figuramos en la foto postal, nuestro mapa se extiende más allá del mapa que muestra el Bariloche para el que la bosta política tiene ojos y presunta sensibilidad.
Bariloche es, sin dudas, un lugar hermoso, un paraíso que dura lo que un período de vacaciones, pero también, para una silenciada mayoría, la ciudad turística es una representación grosera del infierno durante 365 días más uno cuando el año es bisiesto.
Cuando escribís cosas así, como las tuyas, o como algunos relatos míos, de pronto surgen voces diciendo que uno no entiende a Bariloche, que uno no comprende la importancia del turismo y del espíritu de montaña, pero los que eso nos recriminan hace tiempo no saben qué carajo significa amar con alegría y dolor el lugar en el que se vive. Y uno agradece compartir el viaje con tipos como vos, pues modestamente no fuimos derrotados por el soborno miserable de una felicidad frívola, una felicidad banal que se regocija en la vulgaridad de un bienestar egoísta y abandona todo intento de plenitud...
Juan Pablo Melizza
¿Para qué mirar? Es mejor mirar las cálidas brasas que iluminan el ambiente y lo perfuman deliciosamente.
¿Para qué mirar si puedo mirar a los ojos de la persona que tengo enfrente y disfrutar esta maravillosa trucha?
¿Para qué mirar a esta gente desagradable, sucia, con los zapatos gastados? ¡Un horror, che!
Podemos seguir haciendo como el sabio avestruz, que cree que las cosas que no ve no existen. No sea cosa que veamos que existe otra realidad convidándonos a participar, a comprometernos, a no creernos superiores por haber tenido más suerte.
Después de todo, yo estoy cómodamente sentada en mi sillón calentito...¿Para qué preocuparme?
No creo que exista un sólo bariloche, el de las cabañas, las estancias, las postales y la joda... sino múltiples miradas que nos disuadan de los problemas o aquellas miradas más atentas, menos esquivas que miren de frente y criticamente la realidad... la opción esta en nosotros, quedarnos cómodos en nuestros sillones o angustiarnos y hacer algo con y entre otros para cambiarlo
Te invito a que pruebes que tal te parecen los Esteros del Iberá...
Seguro no te arrepientes
Bariloche es Hermoso. Aprende a disfrutarlo!!!
Junto a al confort y la innovación...
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