domingo, 3 de febrero de 2008

Tatuajes


El viernes a la noche esta bueno para juntarse con alguna amiga, contar historias, hablar de la vida y creer que el tiempo se mantiene intacto a cualquier recuerdo. Uno pasea por la adolescencia con exclamaciones de…te acordas….! O…eso nunca fue cierto!… y así se va la noche destrozando mitos originados vaya a saber por quien en aquel eterno grupo de amigos. Y si se acoplan a la charlas 3 adolescentes actuales, la cosa puede aun mejorar. Patricia, la dueña de casa, su hijo, su hija Lucia y su amiga Maria Claudia conformaban el grupo que esa noche debatía cuestiones de amor adolescente, insólitas soluciones para curar el alcoholismo y la depresión (adoptar un hijo, era la respuesta)(!), y como incidía la diferencia de edad en el amor entre una chica de 18 y un pibe de 28. Su caducidad y compromiso parecían preocupar a Maria Claudia. Pero también salieron los tatuajes.
Lucia tenia 3 mamuschkas, en el antebrazo. Lindas las figuras parecían hechas con estilo y talento, sus colores agradaban y era para agradecer a Dios que en vez de esas muñecas gorditas no hubiera aparecido la cara de algún asesino serial, tipo Jeffrey Dahmmer cenándose a un homosexual drogado.
Pero no, eran tres simpáticas muñequitas y entonces quise saber, que de hacerse un tatuaje los que no tenian uno, donde se lo harían.
Maria Claudia eligió un hipocampo, según ella, el signo de la fidelidad, lo cual la ponía en la postura de jamás traicionar el símbolo elegido. Mmmm, ¿se podría? Confiada Maria Claudia y mirando para otro lado, afirmaba poder sostener ese compromiso. Lucia defendía sus tres mamuschkas diciendo que ellos eran 3.
Silencio…. Ellos son 4. Tres hermanos y mama. Entonces, mamá, presente en la mesa y ya algo preocupada, parecía quedar afuera.
Pero Uds. son 4 le digo.
Silencio. Tartamudeo….explicación…..Bueno, nosotros somos 3 hermanos….Mmmm.
Sabiendo que a veces Freud te traiciona, Salí de cuadro preguntándole ahora a la dueña de casa sobre su elección.
Para mi sorpresa, Patricia elevo la temperatura con…una mariposa en una teta. Le mire el escote por donde dos hermanitas pugnaban por salirse del mismo.
Y si…pensé, ahí podría quedar bien. Mira la mamá, terminó siendo la mas arriesgada de todas.
Cuando le llego el turno al hijo varón, el que entraba y salía de la conversación, puso su cuota de seriedad afirmando…No, a mi no me gustan los tatuajes….
Ah, un tipo serio, de anteojos, con pinta de nerd…y sí, el pibe no esta en esas boludeces….hasta que de pronto interrumpió mis cavilaciones con un terminante….
-A mi me gustan los piercing….Y ahí nomás levanto la pierna donde varios clavos le daban forma a una estrella….
Ahhh…y no duele…le pregunté.
Parece que no porque el pibe también tiene otro en la nuca. Ah, pero eso si, que quede claro, los tatuajes no le gustan…
También hablamos del tribal que algunas se hacen en la espalda, bien abajo, donde comienza la raya y su significado. Patricia no sabía que las que eligen el sexo anal como practica suelen hacérselo, como un mensaje secreto dicho a voces, algo así como: a mi…por colectora esta todo bien, no solo autopista.
Y entonces recordé que alguna vez yo me hubiera hecho una lagartija. Sí, ya sé, la tiene todo el mundo, pero hagan la prueba…pregunten porque se la hicieron y les aseguro que nadie sabrá porque lo hizo.
Entonces una historia vino a mí.
Hace algunos años me habían contratado para hacer un documental sobre las ruinas jesuíticas de Santa Maria, en Misiones. Allí, también había un cementerio donde por las noches algunos furtivos profanadores abrían las tapas de los ataúdes de los niños para robarles el último huesito del dedo. Según los lugareños, lo hacían para tallar allí la imagen de San La Muerte, patrón de la vida y con eso colgado al cuello se animaban a enfrentar cualquier cosa, desde un asalto a mano armada ( en cualquiera de los dos bandos), hasta una guerra como la de Malvinas. Era increíble ver todos los ataúdes abiertos, las tapas lejos, los cuerpos ya ausentes. Y por las noches, los ruidos que de allí venían. Pero eso será otra historia.
El asunto es que una tarde mientras esperaba una puesta de cámara me senté entre unas piedras y trate de escuchar. La selva, sus animales, el vaivén de lo árboles… el pasto crecer…. (?)… (Esto ultimo, imposible, ya lo sé).
Estaba en eso cuando al poco tiempo empecé a ser visitado por uno, dos, después tres y al rato docenas de lagartijas pequeñas que cada vez tomaban más coraje y se acercaban confiadamente. Las miraba y de pronto recordé la cualidad defensiva de estos bichos. Ya sabemos que son capaces de dejar sus colas si esta se aprisiona entre dos piedras; o si es sujeta por algún depredador, no hacen mas que soltarla.
Así continúan su carrera, así salvan su vida.
Y entonces imaginé cuantas veces hacemos esto en nuestra vida. Tener que dejar algo muy querido, una amor…un trabajo, una casa, un país. Algo tan doloroso como para la lagartija dejar la cola. Y todo por seguir avanzando, por seguir corriendo en la carrera interminable de la vida. Y como a ellas, que luego la cola les vuelve a crecer, a nosotros aquel amor perdido vuelve en otra forma, aquel amigo, aquel trabajo, volvemos a recuperarlo si supimos desprendernos a tiempo y no detener nuestra carrera. Esas cosas tan dolorosas, que creemos que perdimos para siempre, finalmente, como la cola de la lagartija, se recuperan.
Por eso tal vez, algún día, una lagartija seria el tatuaje que elegiría.
Una que no se detenga y que siempre siga corriendo.
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5 comentarios:

Sol dijo...

Nunca había hecho esa analogía de la cola de la lagartija y las cosas queridas que uno a veces tiene que dejar. Interesante reflexión Fabián. Nunca tampoco he escuchao al pasto crecer... pero en realidad no he puesto tanta atención tampoco. ;)

Yo tengo una mariposa en el pie derecho. La diseñé yo. Tuve un sueño hace mucho con esa mariposa pero después la olvidé. Años después, cuando quize un tatuaje, la dibujé, le dí color y fuí donde el tatuajista y le dije, hazme esto en el pie, del tamaño de un nickle. Y ahí está todavía, me encanta. :)

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Quedé anonadada con tanto post. Según mi hermano Gabriel el pasado, pisado. Pero no estoy de acuerdo. El pasado es lo que nos hace ser lo que somos, la base donde nos apoyamos para saltar al futuro. Lo que conforma nuestro presente. Y recordar buenos momentos me pone bien.
Antes creía que la verdad era importante. Ahora no estoy tan segura. Porque hay algunos mitos muy interesantes y divertidos (¡que lo digan los griegos, si no!), y al romperlos pierden algo de su encanto. Por ejemplo, me hubiera encantado ser la guacha que escribió la carta mencionada en la reunión, en vez de la pánfila que en verdad era.

Tal vez por eso que siempre digo que empecé a vivir a partir de mi separación, mi relación con los adolescentes es muy buena. Pero me cuesta un poco entender lo de los tatuajes y los piercing. Mi hija se pasó varios días diseñando las mamuschkas, y son lindas. ¡Pero tan grandes! (y mejor no hago el análisis psicológico de por qué 3).
Y aquí va la explicación de mi tatuaje: ¿por qué una mariposa? Porque hay una persona a la que admiro muchísimo y que logra llegar hasta las fibras íntimas de mi ser (me calienta, bah), que dice “tener el alma pintada como las alas de las mariposas”. Y siempre me pareció una imagen bellísima.
Además, son hermosas, efímeras. No tienen tiempo en un día de plantearse tantas cosas como suelo hacer yo, que me creo inmortal.
¿Por qué el lugar? Porque ya tengo ganas de dejarme de joder con las inhibiciones. Además, dicen los diseñadores de moda que hay que resaltar lo que uno quiere que se vea y disimular lo que no nos gusta. Siempre me gustó mi cola, y trato de marcarla con pantalones ajustados. Mi panza es lo que más me molesta, y lo que trato de disimular. Pero mi delantera no es precisamente la de la “máquina” de River. ¿Y qué mejor que desviar la vista de quien nos interesa con algún pequeño truco? (y ni hablar del apoyo que nos dan los “push-up”).
Lo de la estrella de mi hijo me cuesta entenderlo. No es un nerd, pero es un tipo muy particular, y definitivamente eso duele. Tan es así que cuando se hizo el de la nuca lo acompañé yo, porque era menor, y el flaco no podía entender cómo se lo había bancado tan bien. Tal vez alguna vez lo entienda.
Como suele pasarme a menudo, me desasnaste de varias cuestiones. No soy muy viva en algunos temas.

Empecé este comentario hablando del pasado, y de lo importante que es para mí aprender de él. Hay gente que piensa que es lo mismo “aprender del pasado” que “quedarse viviendo en él”, cuando son cosas totalmente distintas.
Si Dios hubiera querido que viviéramos en el pasado nos hubiese puesto ojos en la nuca. Pero lo tenemos adelante.
Y si no somos capaces de dejar lo que ya no es, si no podemos actuar con libertad y darle libertad al otro, si no podemos vaciar la mochila de vez en cuando tirando lo que ya no es útil, la caminata se hace muy pesada.
Y siempre se recupera. Porque podemos seguir disfrutando la compañía de nuestros amigos viejos pero “remasterizada”, porque conocemos gente y lugares nuevos. Porque podemos incorporar cosas a nuestra vida que no podríamos cargar sin haber dejado el lastre.
De cualquier manera, prefiero los animales de sangre caliente, y no me tatuaría ninguna lagartija. Me basta tenerla adentro.

MaxD dijo...

No porto tatuaje y (por ahora) no pienso hacerlo. Está bueno tu texto y lo de la lagartija es fenomenal, me remitió a un textito que publiqué aquí (perdón por el chivo) sobre el concepto de libertad. La idea de la lagartija lo complementa y hasta diría que sería una mirada especular, buenísimo.

Para no esquivar el bulto, creo que el tema tatuajes+piercing tiene que ver más que nada con una cuestión de modas, más decorativo que otra cosa y, como decís, pocos saben qué es eso que tienen allí: "un tribal" te dicen. Sí pero ¿qué rayos significa y por qué te lo pusiste? Si el signo no puede ser leído no es para mí, no tiene significado más que por ser una decoración. Si no puedo decodificarlo no hay información que pueda obtener de la persona que lo porta, más allá de darme cuenta que le gustan los tatuajes. Por otra parte, el tema de las marcas indelebles es delicado, en algún momento podría convertirse en un estigma. Por otra parte puede pasarnos que ese símbolo antes valorado es ahora odiado, una cristalización del dolor, no creo que quienes se los hacen sean conscientes de esas potencialidades, probablemente no les importe. Igual todo bien y lo digo con todo respeto hacia aquellos que se los han hecho. Lo mismo con quienes se hacen una cirugía estética. Si les gusta y a mi no me duele, adelante.

yo dijo...

Hola! Llegué a este post ahora por medio de La Incondicional y su post sobre la historia de las Mil y una noches....
Me encantó lo de la lagartija...me queda más claro el concepto de dejar algo para seguir adelante...porque me pasó hace poco y siempre tengo miedo de arrepentirme de las decisiones que hago pero uno siempre corre ese riesgo, no? (cuando sabe que no quiere estancarse en algo).

También me gustó la "intro" con la charla sobre los tatuajes...yo no tengo ninguno porque soy muy sensible al dolor (ni siquiera tengo agujeritos en las orejas).
Saludos!:)

Anónimo dijo...

yo me hice hace un año esa exacta lagartija que tenes en la foto inspirada en tu descripcion...me llego mucho y lo elegi como mi primer tatuaje...gracias :)