domingo, 5 de octubre de 2008

De Juan Pablo.

Y la soledad tranquiliza sus lágrimas apremiantes…

Los prodigios de la hora negra y azulada,
el estremecimiento del agua oscura que desgrana
la Luna en brillos que buscan
vivir en el frío y en el silencio…

Las estrellas proponen a la piel danzas antiguas;
tatuajes temerarios hacen murmurar al cuerpo
que se ovilla espantado por el hielo.

…El fuego tiene una sombra que aprendió hace siglos
a encontrar las heridas más profundas:

Hierve la sangre cansada de tanta memoria...

Se sienten cerca las artes magras del desconcierto,
y las canciones equivocadas advierten que los caminos
elegidos conducen al dolor más temible:

Habrá entonces que continuar,
luego de remendar los labios
de los brujos que asaltan los oráculos para imponer
el capricho de los necios,
para consagrar el alma petulante de la madrugada,
que se ahoga infeliz en el aire confidencial de los crímenes
permitidos.

Y aunque ya no queden los países bárbaros del exilio,
y pese al incesante resplandor de la desesperación,
que todo lo barniza de asfixias enmudecidas,
hay algo más que vestigios de amargura irrenunciable.

“El azul me dice que ya no será el color de un muerto
que pende del techo,
y el negro sugiere una propuesta de fiestas deslumbrantes.”

La noche aprende del aire los lenguajes que suspenden
el silencio tan sólo para embellecerlo.

Y la soledad tranquiliza sus lágrimas apremiantes
cuando una sonrisa decide huir del infierno.

Juan Pablo Melizza

1 comentario:

dulce dijo...

Pablo siempre me hace suspirar.Pero me deja una nostalgia amarga, añeja patagónica... un beso para ambos.