Hamburguesas de Bahia

La entrada a Bahía Blanca da terror. Casi ciego de enfrentar luces díscolas de conductores asesinos logro dar con una entrada a la ciudad, Aunque no tengo ninguna certeza. Durante el viaje pedí con énfasis ser abducido por algún ovni (y en un momento creí que sucedería) y así no tener que pasar por este momento donde a suerte o verdad debo acertar con el camino. La muni de Bahía no existe en estos casos, como ellos conocen el camino, que importa que otros no. Entro, dudo, es. Pronto doy con la casa de Norma, se que esta cerca del parque Independencia, aunque un taxista me ayudó mientras se comía una empanada. Esa empanada definió mi camino esa noche. Llego a la casa y Norma que esta en Bariloche me indicó que la llave la tenía Raquel, su otra hija. Pero en la casa de Raquel todo era oscuridad. Era mas de medianoche y seguramente dormían. ¿Que hago, la despierto? Toco el timbre, su marido pregunta sorprendido quien es. Al reconocerme Raquel amablemente me da la llave... ¿Te despierto mañana? Si, le digo agradeciéndole. Pero no entro a la casa, esa empanada del taxista me recordó que tengo hambre y voy detrás de algo que se coma. Una insomne de una Petrobrás me dice de un carrito de hamburguesas en el centro. Me explica como llegar, creo entender y me largo hacia el. Reconozco que esa noche el estar dormido me daba mejores luces, ya que lo encontré enseguida. Paré el Ka y me arroje a su mostrador. Estacionado el carrito frente a un banco en pleno centro, atraía a varios comensales algo conversadores. Cosas que hace la madrugada. En la punta, un pibe, algo gay, simpático y voluntarioso me indica como volver al Pque. Independencia. Su camino es el mas complejo que pueda imaginar. Pero el lo cree rápido y simple. Le digo gracias y encargo una hamburguesa con jamón, queso, huevo + tomate sin lechuga. Y un vasito de coquita. La sra. que lo prepara esta sola. Tiene una voz joven pero mi despectiva mirada no le hace justicia. Parece mayor. Tal vez tanta hamburguesa preparada te saca arrugas. O tal vez la noche despida juventudes. No se, me mira amigable y es amable. La hamburguesa es gigante, se me cae de las manos el ketchup, la mostaza, la mayonesa, todo sobre los dedos. Un enchastre, y no se como poner la mano para que no termine en el suelo o en mi camisa. De pronto estamos solos los 3. Ella, el gay y yo. Una musiquita en la radio pone a la mujer algo sensible. Bahía es noche de luces de vidrieras que pronto se apagaran. La mujer conversa familiarmente con el gay,...tengo una versión remix de ese tema, le dice...¿Remix?, no parece una palabra de alguien a quien imagino algo mayor. Sigo con mi hamburguesa y su voz vuelve a llamar mi atención.
-Pero mira que lindas manos!...
Mudo la miro. Se lo dice al gay. Insiste.
-Eduardo, mira...mira que lindas manos.
El gay se me acerca, las manos en cuestión son las mías. Me piden que las muestre y ambos coinciden. No parece una joda, están serios. No sé qué decir, qué hacer, la miro y le digo una pavada.
-Que observadora que sos. Ni un gracias ni nada, no sé qué decir.
Termino la comida y los miro, no le dirán eso a todos los tipos solos en la madrugada de Bahía...Creo...
Me voy saludando, agradeciendo. Me subo a mi auto y las miro.
Tal vez sean lindas, no sé. Pero luego de recordar la frase ahora siento que mas linda fue la hamburguesa.
La mas sabrosa que comí en mi vida.