sábado, 19 de abril de 2008

Noche por el barrio.

Los primeros fríos del otoño se cuelan por cada rendija de mi ventana. Las malditas estufas, obcecadas, se negaron a encender y el plomero, mi amigo de la infancia, no contesta el celular. Intento con una pinza golpeándolas por todos lados, pero las muy ingratas no prenden.
El frió es una promesa, y en esta casa las promesas se cumplen.
Es jueves, la calle solitaria manda señales para el encuentro.

Apenas se escuchan, yo las escucho.
Y con apenas algo de ropa salgo a perderme entre sus sombras.
La caminata me acerca a los restos de una casa a punto de caer. Otro cartel anuncia la partida para siempre de un chalecito de dos plantas. Quien sabe las cosas y recuerdos que aun atesora con los dedos en garras, enfrentando una demolición pronta. Otro edificio y la codicia se llevan el barrio. Miro alrededor, estoy perdido, un silbato del tren me acerca la estación. Son las dos de la mañana, no se puede ser tan hijo de puta, hay gente durmiendo y la locomotora no entiende de descansos, el barrio debe haberse despertado con ese chirrido inútil, hecho solo por joder.
No se lo que busco. Tal vez encontrarte entre las luces pálidas de un zaguán descascarado a punto de caer. O tal vez en los colores primarios del semáforo de la avenida. Se que no estarás en estos lugares. Se que estas lejos.
Y se también lo peor que pudiera saber, que jamás volverás.
A lo lejos la luz de un bar parece un túnel. Me acerco rogando que esté iluminado con lámparas de bajo consumo. Son las únicas que convierten cualquier lugar en el sitio deprimente y miserable que necesita mi estado de ánimo...
Miro para al interior y simula estar cerrado, pero no, adentro parecen todos muertos.
Un bar de muertos. Lo que ando buscando.
Una mesa al fondo parece un cuerpo en carne viva con mil venas tajeadas que gritan nombres de personas que jamás conoceré. Una silla tensa en su último aliento no podrá sostener mi peso. Me corro hacia otra que no parece del mismo juego.
En la barra un seguro gallego hace que no me mira. Me tiene que atender, pero no tiene ganas. Lo miro, lo provoco. Quiero algo para olvidarte, algo que sea fuerte y me mate de un solo sorbo. Recorro el lugar con la mirada, el bar debe tener 60 años. Detrás de una vitrina grasosa unos pedazos viejos de pizza tientan a una cucaracha rápida de reflejos.

Todos hacemos que no la vemos.
Mas allá una viejita sostiene un tupper. La miro y la reconozco. Es la viejita del tren, la que alimentó a ese perro bandido también pasajero que se bajó en Lanus después de haberle comido su almuerzo. Ahora con mano segura empuña una cuchara, vaciando de una olla el contenido frío y sobrante de la cocina del bar en su tupper ajado. Será su comida. O la del perro, si vuelve a encontrarlo. Me mira, pero yo le corro la vista, temo que se me acerque a conversar como hacen todos los desangelados de la noche. Esta soledad parece hermanarlos y las conversaciones los hacen creerse una comunidad.
Y yo no soy como ellos.
Tengo una casa, una vida, un trabajo y una herida que no cierra.
Rápido mozo, algo fuerte...
El tipo viene sin ganas mirando al techo, como esperando que los ventiladores giren, ¿sabrá que hacen 9 grados, que hace frió? ¿Porque estas en mangas cortas, maldito gallego...?
Le pido lo poco que conozco. Apenas tomo alcohol y al vino que me trae lo intuyo como horrible antes de probarlo. Su color es parecido al pis.
Pero nada me importa hoy.

Pronto, ni bien me pare, los recuerdos me pondrán contra la pared de este barrio sin ligustrinas y me darán una flor de paliza. Para ese entonces mejor estar borracho, hambriento de sueño y algo inconsciente.
Me bebo la porquería de un trago.
En el salón no estamos nosotros solamente. Un hombre flaco, enjuto y seco, marca la mesa con la uña. No logrará mucho, la uña se le dobla ante cada letra. Que será lo que tendrá para perpetuar. Parece que hasta los máximos perdedores nocturnos no desperdician el afán de trascender. Ya sea matando a la vieja del tupper a palos en un oscuro callejón del barrio, cualquier noche de estas, o marcando una mesa con una palabra que minutos después ni recordaran.
Trascender...para que mierda...
Somos 3 perdedores. Opacos, cansados, tristes. Hay algo que nos une, si, seguramente habrá algo.
Pero me niego a la idea, yo tengo una vida, me repito mientras resbalo el vaso vacío. Yo tengo familia....tuve una esperanza...yo tuve un amor....tuve...
Las luces son tan deprimentes como imaginaba. Esta luz nos baña de un blanco falso y nos derrota con solo tocarnos, nos refriega la noche como una deuda que debemos pagar.
El gallego, mas aburrido que nosotros, se empeña con una radio. La típica radio doble cassetera de esas que trajeron de Miami, cuando mas vanidosos que nunca nos sentíamos del primer mundo. Dudo que las casseteras funcionen. La radio se clava después de mil chirridos en una AM desconocida.
Desde el tango que vomita, una frase te recuerda....”rencor mi viejo rencor déjame olvidar la cobarde traición...”
El uruguayo Julio Sosa me la clava en la sien. Y así volves a mi mente.
Me quedo asombrado... ¿porqué precisamente esa frase te trae de nuevo?...si jamás me traicionaste, si no siento rencor....
¿Será acaso mejor el odio para el olvido?
¿Será una manera torpe de defenderme, de intentar olvidarte si una parte de mi convence a la otra de que fuiste una perra traidora...?
No, de nada sirve.
Los amores mueren de hastío, y el olvido los entierra, recuerdo.
Pero seguís en el fondo del vaso que no es el mismo desde hace una hora, que ya es el cuarto o tal vez sea el quinto. Demasiado veneno para un tipo como yo que no bebe, que tiene el estomago partido de este vino color pis, que perdió el timón del regreso, que de tan vulgar ya no tiene destino posible y que ayudado nada menos que por la vieja y por el hombre enjuto y seco, intenta llegar al edificio donde vive, para por fin animarse en la oscuridad de sus propias luces de bajo consumo, a llorar en paz...

7 comentarios:

KLAU dijo...

ES UNA EMOCION MAS FABI !! EL DOLOR Y LA MIERDA QUE PARTE DEL DESAMOR. EL RECUERDO DE ALGO QUE FUE TRASCENDENTE SINO EL VASO SE QUEDARIA FIJO NO SE RESBALARIA, LO TRASCENDENTE QUE NO ESTA MAS, NOS QUITA FUERZA. ES ASI. NUESTRA NATURALEZA.
TE ES INEVITABLE PROTESTAR POR LO SOCIAL AUN SINTIENDOTE TRISTE COMO LO ESTAS.
LET IT BE FABI... SINO... NO CITATRIZAS NUNCA MAS.

KLAU

♋ Mariposa dijo...

Màs allà de pasar por tus palabras, hay alguien que tiene un celular...y serìa grato escucharte...te quiro...

dulce dijo...

Fabi,
yo también tengo una casa, un trabajo y una herida hemofílica.
Me transmites tu desaliento. Sabes, hoy creí en la borrachas palabras de un borracho. Y eso sólo lo hago borracha.

ItoCuaz dijo...

"Tengo una casa, una vida, un trabajo y una herida que no cierra".

Me pareció un excelente relato, Fabián. Sábes que soy lector constante de tu blog, que lo disfruto ampliamente, me da gusto venir y sorprenderme con con textos como éste que no escribes muy a menudo. Debes saber que cada vez que lo haces, me queda un hueco en la panza, quien sabe, es posible que sea hambre dada la hora del día... Tal vez esa hambre nos sea compartida en este momento, ¿qué hora es allá?
Aún recuerdo aquél texto de la chica haciendo sexo oral a quien sabe quien en un auto, la forma en que hacer ver esa escena al lector como un pasaje violento y, al final, nos dejas boquiabiertos con la imagen de una masturbación, ¿lo recuerdo bien? Tampoco olvido aquél texto del sexo ocasional en el Tigre; ni me olvido de la virgencita del barrio... Justamente ayer Juan Pablo en un mail me contaba los textos que se incluirán en la revista, mencionando, por supuesto, uno tuyo. Es posible que sea éste, no lo sé, dadas tus sorpresas es posible que sea otro. Ya espero la revista...

Respecto al post precedente, uno se acostumbra a recibir mensajes de preocupación. Afortunadamente no todo lo que escribo me sucede, afortunadamente me lo invento; otras veces tan sólo me lo cuentan...

Fuerte abrazo

(Por cierto, te agradecería si me enviaras por mail éste y los otros dos textos que te menciono)

La Incondicional dijo...

Una buena Stella Artois bien helada cura casi todo. Te lo puedo asegurar.

Anónimo dijo...

Fernando Vallejo, en su lapidaria "Virgen de los Sicarios", dice que "la Gloria es una estatua que cagan las palomas", a través de un personaje que mira con desprecio una efigie de Simón Bolivar.

No hay nada más triste que ver un escritor buscando la gloria en palabras, buscando la "pureza" de los manuales de estilo. Este relato de Fabián es, precisamente, lo opuesto, es un entrar en las oscuridades del alma y contarlas sin la pretención mafiosa de algunos poetas que buscan una tonta manera de disfrazarse, de transformar la compleja trama de una lágrima en una gota de azúcar para endulzar ingenuidades. Fabián ofrece otra cosa, y es probable que no lo sepa... Eso nos obliga a leerlo con atención, tranquilos, porque hay un Universo que late dentro de lo que aparentan decir las palabras... Consecuencias de escribir a la madrugada, ja.

He aquí la desnudez expresada en un lenguaje áspero donde la belleza, sin embargo, dice presente, pero claro, se trata de una belleza visceral que se aprende deambulando por las calles.

Como bien dice ItoCuaz en un comentario anterior, este texto forma parte del número inicial de "Puentes Amarilos", el 2 de mayo que se nos viene encima.

Juan Pablo Melizza

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Tal vez sea cierto eso de escribir en 1º persona.
Sentí la angustia y el dolor. Vi en mi cabeza la imagen de ese bar triste y sombrío. Imaginé esa necesidad de ahogar en alcohol el fracaso, como si pudiera borrarse con una simple borrachera.
Y el odio justifica un poco más el olvido. La traición nos da une excusa para querer borrar de nuestra mente a esa persona. Triste consuelo.

Excelente. Me encantó. Besos