Es viejita, tiene la ropa gastada y los zapatos sin los tacos.
Las medias no coinciden.
Tiene una pollera amplia que tal vez haya conocido otros colores.
Las manos hinchadas, redondas, dolidas.
Viaja en el tren hacia ningún lugar.
De pronto un perro aparece en el vagón.
Tal vez se haya subido en Longchamps o en Turdera.
Esta flaco y parece una radiografía a color.
La viejita hurga en un morral roñoso y saca un tupper.
Lo abre y lo vuelca en el piso del tren.
Un fuerte olor a comida nos marea a las 7 AM.
El perro come desesperado.
La viejita lo mira.
Sin un ladrido el perro se baja en Lanus.
La viejita tiembla el tupper vacío.
Aun queda el olor en el tren.
5 comentarios:
ACOSTUMBRANDOME A LA POBREZA, NO ME OLVIDO DE MI DIGNIDAD Y DE QUE EN ALGUN MOMENTO FUI...DECIA LA VIEJITA...
KLAU
hablando de pasajeros, hay un viejito que vende cinturones en mi querido roca...lleva tres estampitas y fotos de la familia, dice ser hermano de Làtigo Coggi...un personaje especial...
Uuuuu. Que imagen me diste... Y ese olor a comida guardada en tupper en la mañana es terrible, terrible.
Puaj.
deben haber acordado encontrarse en esa estación,,,a esa hora....no me pregunten cómo pero estoy segura.
saludos:)
Bueno,
Yo quiero pensar en la generosidad de la dama que conoce la miseria y en la gratitud del perrito que conoce a los humanos...ja!
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